El piloto que instruyó a los terroristas de las Torres Gemelas es antisemita

El piloto que instruyó a los terroristas de las Torres Gemelas es antisemita, sigue comandado aviones de la empresa Vueling y expulsó de su pasaje a un grupo de adolescentes franceses judíos.
El escandaloso desembarco de unos adolescentes judíos de un vuelo que cubría la ruta Valencia-París tiene un protagonista inesperado.
Su nombre: Iván Chirivella (Canarias, 1976). Así lo describe la compañía aérea en su comunicado de prensa: “Originario de las Islas Canarias y piloto en Vueling desde 2006, operaba el vuelo. A lo largo de sus 19 años de carrera en la aerolínea, ha acumulado más de 12.500 horas de vuelo, cubriendo rutas que conectan con más de 30 países. Además de su rol como comandante, Iván Chirivella -como muchos pilotos- también trabaja como instructor para profesionales de la aviación en una escuela de vuelo independiente, donde ha formado a más de 100 pilotos de todo el mundo en operaciones de vuelo”.
Cabe añadir, entre ellos, dos de los terroristas del 11-S: Mohamed Atta y Marwan Al Shehhi, publicó el Diario El Mundo, de España.
Tal vez la identidad de Iván Chirivella sea muy conocida por las autoridades federales y los organismos de inteligencia de los Estados Unidos, además del Estado de Israel y de los países europeos.

Pero la novedad consiste en que ese piloto de la compañía aérea “Vueling” es el objeto de un Proyecto de Declaración presentado en la Cámara de Diputados de la República Argentina por el Diputado Nacional Gerardo Milman.
El diputado nacional Gerardo Milman, integrante de la Comisión de Relaciones Exteriores y Culto en la Cámara de Diputados de la Nación, presento un Proyecto de Declaración (Expte. 4051-D-2025).
En este documento expresó su preocupación y repudio por lo ocurrido en el vuelo de la aerolínea Vueling.
Sucedió que un grupo de adolescentes judíos fue arbitrariamente expulsado del avión por instrucción del piloto Iván Chirivella, quien a su vez es el piloto que fue instructor de vuelo de dos de los autores materiales de los atentados terroristas del 11 de septiembre del 2001 en Nueva York.
En su presentación, el diputado nacional Gerardo Milman denunció “antisemitismo en la aerolínea Vueling”.
“Repudiamos el acto antisemita de la empresa Vueling contra jóvenes estudiantes franceses de la comunidad judía”.
“Hace unos días fuimos testigos de como el antisemitismo está creciendo en el mundo cuando un grupo de estudiantes judíos franceses fueron expulsados de un vuelo de la empresa Vueling, una subsidiaria del conglomerado IAG, en España” señaló Milman y añadió que “Y lo que aumenta la gravedad del hecho es que el piloto del avión era Iván Chirivella, el instructor de vuelo de dos de los pilotos que estrellaron aviones contra las torres gemelas en Nueva York en septiembre del 2001”
“Él mismo lo relata en su libro, Inocente o Culpable, que formo parte de la academia de aviación, Jones Aviation, donde recibieron instrucción de vuelo Mohamed Atta y Marwan Al Shehhi, involucrado en los actos terroristas del 11-S que dejaron 2977 muertos y aproximadamente 25.000 heridos en Nueva York” señaló el diputado nacional.
“Esta acción antisemita de la empresa y la tripulación del vuelo termina naturalizando el prejuicio institucional. Aquí no hubo disputas entre pasajeros, no hubo violencia, no hubo infracciones a las normas de vuelo, lo que existió fue un acto deliberado de la máxima autoridad de la aeronave para expulsar a un grupo de jóvenes por pertenecer a una identidad colectiva concreta, la comunidad judía, y esto constituye un acto de antisemitismo mundial que debemos repudiar” sostuvo Milman.
“Además, hay un hecho mas alarmante, que es la indiferencia institucional. La empresa defendió el accionar del comandante apelando a lenguajes de manual como se tratará de un mero hecho administrativo cuando todo sabemos que fue un accionar antisemita. Se hablo de cuestiones de seguridad cuando en realidad se humillo a los chicos, a los que piensan distinto para hacerlos callar, esto constituye una amenaza latente contra la libertad” expresó.
“Todo gesto de odio, por más pequeño que parezca, se convierte en la semilla del totalitarismo futuro, por eso debemos repudiar este acto de discriminación mundial. Lo sucedido es la contracara de la libertad de culto, del pluralismo, del respeto por el individuo como fin en si mismo. Debemos tener el valor de denunciar a aquellos que, escondidos detrás de máscaras atacan niños por su fe. Cada gesto de odio dirigido a un judío debe ser leído como un síntoma de una enfermedad más profunda: el derrumbe de la racionalidad política” finalizó Gerardo Milman.
- Texto completo del Proyecto de Declaración
“2025 – Año de la Reconstrucción de la Nación Argentina”
PROYECTO DE DECLARACION
LA HONORABLE CÁMARA DE DIPUTADOS DE LA NACIÓN DECLARA
Su más profunda preocupación y repudio por el hecho ocurrido en un vuelo de la aerolínea Vueling, en el que un grupo de adolescentes judíos fue arbitrariamente expulsado del avión por instrucción del piloto Iván Chirivella, cuya trayectoria profesional está vinculada a la formación de dos de los autores materiales de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York.
Firmante: Gerardo Milman
FUNDAMENTOS
Señor Presidente:
Lo que nos convoca en este proyecto de declaración excede largamente un incidente aislado en un vuelo comercial. Nos enfrenta, con crudeza, a una serie de interrogantes sobre la fragilidad de los derechos fundamentales en Occidente, sobre la supervivencia del antisemitismo en estructuras institucionales supuestamente modernas, y sobre los riesgos crecientes de la banalización del prejuicio, disfrazado de “protocolo de seguridad”.
Hace apenas unos días, un grupo de jóvenes judíos, participantes de un viaje educativo en el marco de programas de intercambio cultural, fue expulsado de manera abrupta y sin justificación válida de un vuelo operado por la aerolínea Vueling, una subsidiaria del conglomerado aéreo IAG. El responsable directo de esta decisión fue el comandante del avión, Iván Chirivella, un piloto español que, según ha trascendido públicamente -y ha sido incluso reivindicado por él mismo en su autobiografía-, fue instructor de vuelo de al menos dos de los terroristas que perpetraron los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, incluyendo a Mohamed Atta, líder operativo de aquella masacre.
La empresa, lejos de mostrar una actitud autocrítica o de transparencia, justificó la expulsión de los adolescentes en vagos “motivos de seguridad”, sin detallar cuáles fueron las circunstancias objetivas que habrían motivado tal decisión, y sin abrir una investigación independiente, ni emitir una disculpa institucional a las víctimas del atropello. La escena fue captada en video y viralizada a nivel global, desatando una ola de indignación en comunidades judías, en organizaciones de derechos humanos, y entre intelectuales que no están dispuestos a ceder ante la resignación moral.
Pero no basta con indignarse. Debemos elevar la mirada y entender qué se juega en episodios como este. Porque cuando la discriminación se disfraza de “procedimiento”, cuando el anti semitismo adopta formas burocráticas o se oculta tras el escudo de una autoridad técnica -como puede ser un comandante de vuelo-, nos encontramos ante un fenómeno aún más grave que la agresión directa: la naturalización del prejuicio institucionalizado.
No se trató de una disputa entre pasajeros. No hubo violencia. No hubo infracción alguna a las normas del vuelo. Lo que existió fue un acto deliberado, impulsado desde la autoridad máxima de la aeronave, por el solo hecho de que los jóvenes pertenecían a una identidad colectiva concreta: la comunidad judía. La decisión no se tomó ante una amenaza tangible, sino ante la incomodidad subjetiva, visceral, ideológica, que genera -en ciertas mentes anquilosadas- la sola visibilidad de una minoría que ha sabido resistir milenios de persecución, exclusión y exterminio, y que aún hoy sigue siendo blanco de los peores odios del mundo contemporáneo.
Lo escandaloso del caso se potencia al conocerse la figura del comandante Iván Chirivella. En su libro “Inocente culpable” -título que de por sí revela un ejercicio narcisista de autoindulgencia- relata sin pudor que formó parte de la escuela de aviación de Florida donde entrenaron varios de los autores materiales del 11-S. No se trata, claro está, de imputarle penalmente una responsabilidad por los atentados, pero sí de interrogar el perfil ideológico, ético y profesional de alguien que fue formador de quienes atentaron contra los cimientos mismos de la civilización libre, y que dos décadas después protagoniza un acto cargado de sesgo, arbitrariedad y simbología excluyente.
El antisemitismo -conviene recordarlo- no es sólo un problema de la historia europea. Es una amenaza latente contra el humanismo. Es una patología ideológica que anida en los pliegues oscuros de la cultura occidental cuando esta renuncia a sus principios ilustrados, liberales y democráticos. Es la contracara de la libertad de culto, del pluralismo, del respeto por el individuo como fin en sí mismo. Por eso, cada gesto de odio dirigido contra un judío -en tanto judío- debe ser leído como un síntoma de una enfermedad más profunda: el derrumbe de la racionalidad política.
Lo más alarmante, sin embargo, no es el acto en sí, sino la indiferencia institucional que lo rodea. Las autoridades de la aerolínea no solo se limitaron a proteger al comandante, sino que apelaron a un lenguaje de manual, reciclado, impersonal, como si se tratara de un problema técnico o administrativo. Esa respuesta es, en sí misma, parte del problema. Porque si no se entiende que las formas del antisemitismo contemporáneo ya no son explícitas, sino sofisticadas y funcionales a las lógicas del poder tecnocrático, se corre el riesgo de tolerar una regresión cultural profunda sin siquiera advertirla.
Señor Presidente: pertenezco a una generación política que ha decidido abrazar con convicción los valores de la libertad, la dignidad humana, el Estado de Derecho y la soberanía moral del individuo. No creemos en los privilegios colectivos, pero tampoco aceptamos que se criminalice a nadie por su identidad. Reivindicamos la tradición republicana, liberal, constitucional, y entendemos que la defensa de los derechos individuales no es selectiva, sino universal.
Y desde esa convicción, desde esa militancia por la libertad como valor supremo, es que nos vemos en la obligación de expresar nuestro repudio a lo acontecido y exigir que este hecho no quede impune ni sea olvidado bajo la alfombra del relativismo.
Porque si callamos ante esta afrenta, ¿con qué autoridad moral podremos después denunciar la persecución a los cristianos en Medio Oriente? ¿O la discriminación a los musulmanes en Europa? ¿O el racismo estructural en cualquier parte del mundo? La libertad religiosa, el derecho a circular, la protección de la infancia y la igualdad ante la ley son principios inviolables. No admiten excepciones ni justificaciones. Menos aún cuando quienes los violan se esconden tras galones o uniformes de autoridad técnica.
Es obligación de esta Honorable Cámara emitir un pronunciamiento claro, inequívoco, contundente. No solo por solidaridad con los jóvenes discriminados, sino por fidelidad a nuestros propios principios fundacionales. La Argentina fue cuna del constitucionalismo liberal en América Latina. Fue refugio de perseguidos. Fue epicentro de la comunidad judía más grande del continente. Fue víctima, también, de atentados terroristas perpetrados por los mismos intereses geopolíticos y fanáticos que entrenaron y financiaron el 11-S.
Sabemos lo que significa el terrorismo. Sabemos lo que cuesta la libertad. Y sabemos, también, que no hay gesto más cínico que arrogarse la autoridad para “proteger la seguridad” cuando lo que se está haciendo es perseguir al diferente, humillar al inocente y callar la voz del que piensa distinto.
Este proyecto de declaración no busca interferir en las jurisdicciones extranjeras. Pero sí apela a la conciencia internacional. A la diplomacia de los pueblos libres. A la fraternidad entre naciones que, sin renunciar a sus soberanías, pueden y deben establecer estándares mínimos de convivencia civilizada. Expresamos así nuestra preocupación y nuestra advertencia: los gestos de odio, por más pequeños que parezcan, si no se condenan a tiempo, se convierten en las semillas del totalitarismo futuro.
Finalmente, permítaseme una reflexión más profunda: en estos tiempos de desorientación moral y de fragmentación cultural, la defensa de la libertad individual exige más coraje que nunca. Exige estar dispuestos a denunciar incluso a aquellos que se ocultan tras las máscaras del profesionalismo, del procedimiento o de la autoridad técnica. Porque detrás de cada decisión que humilla a un niño por su fe, hay un sistema de valores que está fallando.
Por todo lo expuesto, señor Presidente, solicitamos a esta Honorable Cámara que acompañe esta declaración con la dignidad que exige la historia, con la lucidez que demanda el presente, y con la firmeza que nos reclama el porvenir.
Firmante: Gerardo Milman
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