Los argentinos quieren un país donde se pueda ahorrar trabajar y planificar

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Los argentinos quieren un país donde se pueda ahorrar trabajar y planificar sin miedo a la confiscación ni al engaño, analizó Alberto Ades, economista de consulta de Javier Milei

“El mercado interpretó el resultado como una señal de madurez: el votante privilegió la consistencia macro sobre el desahogo emocional”, dijo Alberto Ades en una entrevista con El Economista.

Entrevista de Alejandro Radonjic*

Los argentinos, dice Ades tras las elecciones del 26 de octubre, “quieren un país donde se pueda ahorrar, trabajar y planificar sin miedo a la confiscación ni al engaño”.

Alberto Ades vive hace más de 30 años en la Gran Manzana.

Desde el centro neurálgico de las finanzas del planeta, hoy en shock por la victoria de Zohran Mamdani, combina experiencia y una distancia justa para analizar lo que está pasando en la Argentina libertaria de Javier Milei.

Aún con una agenda apretada, cada vez que Milei pasa por Nueva York se hace un lugar para ponerse al día con Ades, mano a mano.

También sigue muy de cerca, por motivos obvios, lo que pasa en la principal economía del planeta, con Donald Trump en la Oficina Oval.

Los argentinos quieren un país donde se pueda ahorrar trabajar y planificar sin miedo a la confiscación ni al engaño, analizó Alberto Ades, economista de consulta de Javier Milei
Los argentinos quieren un país donde se pueda ahorrar trabajar y planificar sin miedo a la confiscación ni al engaño, analizó Alberto Ades, economista de consulta de Javier Milei

Según Ades, Trump y Mamdani comparten un rasgo distintivo, más allá de venir de distintos extremos del espectro ideológico.

“Ambos comparten un approach populista a problemas complicados y dicen que son fáciles de resolver”, explica.

Ades estudió Abogacía en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y luego realizó un Doctorado en Economía en la Universidad de Harvard.

Alberto Ades, actual Director de NWI Management LP pero con pasado en Goldman Sachs, Citi y Bank of America, sigue de cerca lo que pasa en Argentina y está muy activo desde su cuenta de X, donde analiza los movimientos de los mercados con posteos diarios y videos cortos.

Además, acaba de publicar “Economía Conversada”.

“Se trata de una introducción a la economía en tres volúmenes –Microeconomía, Macroeconomía y Economía Internacional– pensada tanto para quienes se acercan por primera vez a la disciplina como para quienes trabajan en los mercados o en el ámbito del policymaking y buscan revisar conceptos clave con una mirada clara y estructurada”, dice.

¿Qué lectura hacen en Wall Street de lo que pasó en las elecciones del 26 de octubre? Siempre pienso en la frase de Ricardo Arriazu que decía que los mercados no solo esperaban que cambiara Argentina o la política económica de quien ocupase la Casa Rosada en determinado momento sino que esperaba que cambiasen los argentinos. Que más del 40% de los argentinos decidiera seguir acompañado a Milei y LLA, aun en este contexto donde -salvo la desinflación- los beneficios del ajuste no se perciben, se parece bastante a un cambio y una maduración en la relación de los argentinos con “la macro”… 

-No voy a decir que no me sorprendieron los resultados. Un desenlace así era imaginable en marzo o abril, pero desde entonces el escenario se había degradado: la actividad económica se amesetó, los mercados corrigieron parte de las ganancias de 2024, surgieron denuncias de corrupción y las encuestas dejaron de mostrar una ventaja clara para La Libertad Avanza.

Sin embargo, lo cierto es que las alternativas eran muy pobres.

El peronismo ofrecía lo mismo que había estancado la economía durante los gobiernos de Cristina y Alberto, con candidatos débiles y muy alejados de las preferencias del votante medio.

Los otros espacios apelaban a la moderación y la sensibilidad, pero el electorado lo percibía como una forma elegante de no hacer nada.

El mensaje fue claro: “Sí, este gobierno no es perfecto, los modos de Milei no siempre me gustan, hay zonas grises, pero al menos está haciendo algo. Demuestra pasión, avanza, merece una oportunidad”.

El mercado interpretó el resultado como una señal de madurez: un votante que no se deja llevar por el enojo ni por la nostalgia, y que, por primera vez en mucho tiempo, privilegia la consistencia macroeconómica sobre el desahogo emocional.

– La tentación de ver este bienio que se abre hasta 2027 con las anteojeras de la experiencia de Cambiemos pos-2017 es enorme. El peronismo volvió porque Macri “la chocó”, por decirlo en criollo. Por eso, no me interesa tanto hablar de la crisis del peronismo y eso, porque si Milei la choca, es probable que vuelvan. La pregunta más interesante, por ende, es qué riesgos le ves al plan de Milei…

– La comparación con la experiencia de Cambiemos es inevitable, pero también injusta. Lo de 2018 no fue sólo responsabilidad de Macri: hubo shocks externos muy severos: una sequía histórica y una suba más acelerada de tasas por parte de la Fed.

El golpe fue tan duro porque la economía estaba desprotegida: con déficit fiscal elevado, un déficit de cuenta corriente insostenible, un peso sobrevaluado y un Banco Central con su credibilidad disminuida.

Además, el peronismo era entonces un adversario más cohesionado y con poder territorial.

Hoy el panorama es distinto. Los desequilibrios se redujeron, el respaldo de Estados Unidos es explícito y los gobernadores, debilitados por las urnas, tienen menos margen para el conflicto.

Riesgos siempre hay: el frente externo puede sorprender, y el peligro del hubris -la tentación de avanzar más rápido de lo que permite la realidad- está presente. Pero el balance general es alentador. El 2026 podría ser el primer año verdaderamente expansivo después de un 2025 de transición y un 2024 de rebotetanto para la economía como para los mercados. Sería, para los estándares argentinos, una anomalía virtuosa.

– Los mercados van corriendo el arco y reclamando cosas distintas en distintos momentos. Pasadas las elecciones, ¿cuáles crees que serán las demandas a corto plazo?

– Habrá tres frentes de atención. En el plano político, los mercados querrán ver un gobierno menos confrontativo, más previsible y con mayor vocación de cooperación, no con el kirchnerismo, pero sí con los gobernadores y legisladores de centro.

En el frente monetario, el foco estará en la redefinición del régimen cambiario: se busca más claridad, independencia efectiva del Banco Central, menos intervenciones con reservas y un tipo de cambio real competitivo que limite el deterioro de la cuenta corriente y fomente el crecimiento de la construcción.

Y en el terreno estructural, la expectativa es que, tras la aprobación del presupuesto, el Ejecutivo avance con las reformas laboral, impositiva y previsional. Ese será el examen real de gobernabilidad y de convicción reformista: el paso de la retórica al diseño institucional.

– Con EE.UU. hay una situación paradojal. Como estamos más cerca del “market access” y ya empezó a fluir dinero privado (YPF y Tecpetrol ya salieron de vuelta a los mercados), ahora su apoyo es menos necesario que antes. Incluso podría llegar a considerarse positivo que tengamos más autonomía financiera y no dependamos del Tío Sam. Pero también sería positivo que esta nueva alianza persista y que, más allá de ser una rueda de auxilio a corto plazo, pueda traducirse en inversiones en la economía real, más profundidad comercial, alineación geopolítica. Conociendo tanto EE.UU., ¿qué te gustaría ver en la relación bilateral?

– El conflicto de Estados Unidos con China y Rusia no es un episodio: es un eje estructural de la política internacional contemporánea. Marca el fin de una globalización ingenua y el inicio de una competencia por los recursos, las cadenas de suministro y la influencia tecnológica.

Eso redefine el mapa. Rusia dejará de ser proveedor energético y de minerales de Occidente; China ya no será vista como fuente confiable de manufacturas y tierras raras. En ese contexto, América Latina -y particularmente Argentina- tiene una oportunidad inédita: convertirse en proveedor estable de energía, alimentos y materias primas, y en socio industrial para la relocalización productiva.

Lo deseable sería una relación con Washington menos dependiente del auxilio financiero y más anclada en la integración: mayores flujos de comercio, inversiones en energía, minería, alimentos y tecnología. Una alianza estratégica que combine pragmatismo económico con alineamiento geopolítico. En otras palabras, pasar del crédito al comercio y la inversión, del salvataje a la sociedad.

– El otro día, en uno de tus tradicionales partes diarios, te preguntabas si Milei iba a poder convertir la euforia electoral en estabilidad duradera y decías que su ventana de oportunidad “es tan real como efímera”. ¿Por qué y cuán efímera?

– Las lunas de miel políticas duran lo que la luna: iluminan, pero se extinguen pronto. Y esta, aunque genuina, también tiene fecha de vencimiento.

Es real porque el votante mostró algo que no se veía hace tiempo: un deseo explícito de estabilidad, de normalidad macroeconómica y de cambio estructural. Quiere un país donde se pueda ahorrar, trabajar y planificar sin miedo a la confiscación ni al engaño.

Le otorgaron a Milei un voto de confianza: “No estamos bien, pero sigamos en esta dirección”. Ese crédito político debe administrarse con cuidado. No hay tiempo que perder: las reformas deben avanzar con respeto y tolerancia, escuchando incluso a quienes discrepan en el estilo, pero comparten el objetivo de modernizar el país.

El desafío es institucionalizar el impulso inicial. Si lo logra, Argentina puede volver a parecerse al país al que llegaron nuestros abuelos: un país de futuro, no de rencor. Si no, la oportunidad se disolverá, como tantas veces antes, en la melancolía.

*Director de El Economista

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