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Escribe Mario E. Cohen*

A las puertas del Día del Perdón. Estamos en las puertas del día más sagrado del calendario judío.

A las puertas del Día del Perdón

Se trata del Iom Kipur (traducido como Día del Perdón) que comienza este viernes 11 de octubre al anochecer.

Este año nos invade un inmenso dolor por los muertos en la guerra en el Medio Oriente y por no saber, desde hace un año, la suerte de un centenar de secuestrados por el terrorismo (entre ellos, varios argentinos).

Vayamos para atrás, allá por el año 1913 y nos situamos en Alemania.

Un joven descreído que había decidido abandonar su tradición, como un último gesto de despedida se dirigió a una sinagoga en la noche de Iom Kipur.

El fervor de los feligreses lo conmovió hasta sus fibras más íntimas. La noche de ese Día del Perdón le cambió la vida para siempre.

Este hombre decidió entonces que primero tenía que profundizar sus conocimientos acerca de su tradición para comprender por qué la fe de sus antepasados había perdurado durante siglos.

Nos estamos refiriendo a quien luego sería uno de los pensadores judíos más lúcidos del siglo XX, Franz Rosenzwieg, maestro y compañero del filósofo Martín Buber.

Es que muchos poetas y artistas plásticos de distintas épocas se conmovieron, como el filósofo Franz Rosenzweig, dejando plasmadas en sus obras aspectos  vibrantes de la festividad del Iom Kipur. Nos preguntamos: ¿por qué tal impacto? ¿Cómo pudo adaptarse una festividad durante milenios?

Resulta difícil ensayar una hipótesis acerca de cómo pudo adaptarse a lugares tan distantes y en geografías tan dispares.

A los textos bíblicos se le agregaron tradiciones de la Diáspora hasta llegar a formar un día totalmente espiritual en el que los seres humanos y los ángeles no tienen diferencia.

Jorge Luis Borges señaló, con acierto, que “Durante siglos, en toda Europa el pueblo elegido fue confinado en barrios que tenían algo o mucho de leprosarios y que, paradójicamente, fueron invernáculos mágicos de la cultura judía”.

En estos lugares, señalaba Borges, “germinó una increíble teología”.

  • El epílogo

A las puertas del Día del Perdón. Ya han pasado unas 24 horas desde el inicio del ayuno de Iom Kipur.

El epílogo asoma mientras el sol comienza a ocupar el ocaso y el día se extingue.

“Las simbólicas puertas del cielo se están por cerrar frente a las plegarias de pedido de perdón”.

Es entonces cuando comienza con más fuerza la última oración y aparece el toque del antiguo “shofar” (instrumento elaborado con cuerno de carnero).

Ya han aparecido las primeras estrellas de la noche, y los que habían sido ángeles vuelven a ser hombres y regresan al hogar, elevados espiritualmente, luego de haber profundizado los vínculos con Dios y con el prójimo.

Este año se sumarán, con mucha devoción, oraciones por la paz.

Una salutación tradicional cierra la festividad, la misma se refiere a que seáis inscriptos y firmados (por Dios) en el libro de la vida pero, en hebreo, simplemente se expresa con dos palabras: JATIMÁ TOVA, que literalmente quiere decir buena firma. O también en español: ¡Felicidades! Luego, una comida familiar festiva cerrará el capítulo hasta el próximo año.

En general, las posibles respuestas a preguntas sobre la continuidad de una festividad tan antigua se enmarcan, en nuestro parecer, en situar el comportamiento ético en el centro de la escena para otorgar un singular relieve a la conmemoración del Iom Kipur.

El papa Francisco señala agudamente un defecto de nuestra época y la llama “la globalización del individualismo”.

El Iom Kipur es justamente un canto a la solidaridad, lo opuesto al individualismo y de allí su permanencia en el tiempo.

Fuente: Valores Religiosos

* Presidente el CIDICSEF

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