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Escribe Ramiro Gamboa*

Argentina tiene precios europeos y salarios asiáticos.

La Argentina de Milei tiene precios europeos y salarios asiáticos: es más caro llenar el changuito en Buenos Aires que en Londres.

En la ciudad de Buenos Aires podemos encontrar precios hasta 30% más caros que Londres, una de las 4 ciudades más caras del mundo.

Tom es inglés y vive en Hampstead, uno de los barrios más verdes y bonitos de Londres, el lugar donde eligió vivir Sigmund Freud cuando se escapó de Hitler. Es el Director de Comunicación Digital de Penguin Random House, una de las editoriales más grandes del mundo. Tom tiene 32 años, estudió política y comunicación y es alguien interesado por los asuntos públicos británicos; lee diarios, escucha al periodista Andrew Marr en la radio, opina en Twitter.

Visitó Argentina en febrero y le pareció un lugar muy caro. Se encontró con su colega Pilar en Buenos Aires. Después de decenas de reuniones laborales por Zoom, por fin podían verse cara a cara.

Pilar, politóloga, es una persona culta que estudió en la UBA y que también trabaja en Penguin Random House en el mismo cargo que tiene Tom: jefa de Comunicación Digital de la editorial en Sudamérica. Tom gana algo así como 5.000 libras mensuales, 60.000 libras al año; Pilar gana US$ 1.200 mensuales, US$ 14.400 anuales.

Hoy, desde Londres, Tom le escribe: “Sigo sin entender cómo hacen los argentinos para sobrevivir ante semejante agobio económico”.

El salario mínimo en Gran Bretaña es de US$ 23.000 al año frente a los US$ 2.400 al año en Argentina
El salario mínimo en Gran Bretaña es de US$ 23.000 al año frente a los US$ 2.400 al año en Argentina .
El poeta británico Auden escribió que “Estados Unidos te puede romper el corazón”. Argentina también. Ir al supermercado hoy genera angustia y, por momentos, parece que la falta de plata –estar cortos de guita– es el único tema que toda la clase media tiene en común. “No importa cómo, no importa con quién: ninguna conversación en la Argentina de hoy está completa sin la sección sobre lo caro que está todo”, escribe Tamara Tenenbaum.
Sobre el precio de la comida de Tom en Londres y de Pilar en Buenos Aires, El Economista habló con Martín de Dios, abogado de la Universidad de San Andrés, que estudió una maestría en Economía Aplicada en la Universidad Torcuato Di Tella y una maestría en administración pública en la London School of Economics.De Dios trabajó en el Ministerio del Interior durante la gestión de Rogelio Frigerio, donde se ocupaba de la estrategia para coordinar políticas públicas entre la Nación y las provincias. Su trabajo le permitió entender el peso de la realpolitik para lograr ejecutar políticas públicas; también vio de cerca la ineficiencia del Estado y la capacidad admirable y fantástica de muchos de nuestros servidores públicos.
El desarrollo es la gran pasión de De Dios, quien hizo un estudio comparativo de precios: “Si comparamos ir al supermercado en la ciudad de Buenos Aires, podemos encontrar precios hasta 30% más caros que en Londres, una de las cuatro ciudades más caras del mundo”.En Londres, explica De Dios, el litro de aceite de oliva tope de gama cuesta US$ 17; en la Ciudad de Buenos Aires , US$ 21. El litro de leche entera cuesta US$ 0.98 frente a US$ 0.87 del precio londinense; el kilo de bananas sale US$ 1.78 en Buenos Aires frente a los US$ 1.14 en Londres; y el kilo de palta, US$ 6.93 en la capital rioplatense frente a US$ 4.75 de la capital británica. Comparte con el diario una lista de precios detallada. “Para mí, el gran problema es cuando comparás los salarios del Reino Unido con los de Argentina. El salario mínimo en Gran Bretaña es de US$ 23.000 al año frente a los US$ 2.400 al año en Argentina. Un británico promedio gana diez veces más que un argentino, como en el caso que citás de Tom y de Pilar; pero cuando van al supermercado, ven que los precios están empatados. Otra forma de resaltar la gravedad es que, con el salario del Reino Unido, podés comprar diez veces más litros de leche que con el salario argentino. El problema mayor de este momento en Argentina es cómo el aumento de precios le pega a la capacidad de compra, porque los sueldos no se ajustaron. De hecho, el Gobierno frena y limita el aumento de sueldos para frenar la espiral inflacionaria”, dice Martín.

—Si el Gobierno limita el aumento de los sueldos, para -según Javier Milei

y Luis Caputo- evitar una espiral inflacionaria, ¿cuándo será que a las personas les va a alcanzar para llegar a fin de mes?

—Esa es la gran pregunta. El Gobierno todavía no tiene un horizonte de reacomodamiento del salario. Hay factores coyunturales y factores estructurales. Los factores estructurales tienen que ver con la productividad por trabajador de Argentina. Argentina todavía tiene una productividad por trabajador muchísimo más baja si lo comparás con países de altos ingresos, como el Reino Unido. Por un lado, tenés que hacer una transformación a largo plazo para aumentar la productividad por trabajador, que es un trabajo fundamentalmente en el capital humano, y eso es algo que no va a pasar de inmediato, porque para eso tiene que transcurrir el tiempo que separa a una generación de otra.

—¿Cuándo van a poder reacomodarse los salarios?

—Deberían reacomodarse por la apreciación del tipo de cambio, al bajar la inflación, y mientras haya aumentos salariales, vas a poder tener un aumento del poder adquisitivo de la gente. Milei ha logrado hacer un reacomodamiento necesario de la macroeconomía; lo que me preocupa, y lo que puede pasar, es que la recuperación económica, la famosa V corta no llegue y sea más bien una L. Lo grave sería que vayamos a un modelo de país que tenga precios altos y salarios bajos. Esto va a ser lo que juzgue el éxito o fracaso de Milei. Él viene a hacer este cambio sistémico, a cambiar completamente las reglas de juego, pero al hacerlo, Argentina puede encaminarse a ser un país desarrollado, o puede asemejarse mucho más a un país del subdesarrollo y con una capacidad de compra pobre. Eso le pasa a muchos países de bajos ingresos en nuestra región, también. Si ves, por ejemplo, el nivel de ingreso de los salarios en Paraguay, tenés precios altos, pero salarios que están muchísimo más abajo.

De Dios: “Lo grave sería que vayamos a un modelo de país que tenga precios altos y salarios bajos”

—¿Y vos creés que el modelo de Milei va hacia ese subdesarrollo o va hacia un país de ingresos altos?

Él siempre ha pregonado una ideología anarcocapitalista que implica retirar el Estado, que el sector público no se ocupe de ningún tipo de política, y de que el mercado resuelva solo. La realidad lo ha ido moldeando y hoy no cuestiona, por ejemplo, la asistencia social como emergencia. Y justamente, en reiteradas ocasiones Milei habla de que su modelo es el de Irlanda.

Hoy estamos en la coyuntura del ajuste, en lo que él llama reformas de primera generación. Pero si su modelo es Irlanda, no debería impulsar políticas que expulsen a las personas del sistema educativo, del sistema de ciencia y tecnología, en donde descarta las posibilidades de desarrollo del capital humano y la innovación. Claramente si pasado el reacomodamiento macroeconómico el camino que elige para llegar a Irlanda es este, entonces, vamos a ir a un país de muy bajo poder adquisitivo y con niveles de pobreza altísimos. A menos que luego de la corrección macroeconómica cambie el rumbo.

—¿Cómo es el modelo de Irlanda?

El modelo de Irlanda tiene como pilar fundamental la atracción de inversión extranjera directa y eso implica ofrecer una mano de obra muy calificada. Para eso fue fundamental una fuerte inversión en educación pública. Si queremos un desarrollo a la Irlanda, obviamente que va a tener que cambiar de rumbo. Argentina  hoy es un  país con altos niveles de pobreza, y una pobreza extrema que ya se ha vuelto estructural y no circunstancial. Esto trae un montón de problemas, y las crisis sucesivas que hemos tenido han empujado a más argentinos a una pobreza persistente de la cual es muy difícil salir. Por ejemplo, la actividad económica más rentable y a veces posible para muchos es el narcotráfico, porque vivimos en una región en la que eso pasa. El caso de Ecuador para nombrar algo más actual es claro: cuando hay una incapacidad del Estado, hay un terreno fértil para el avance del narcoterrorismo y hoy lo estamos viendo en Rosario. Donde hay buenos ingresos del sector privado, no hay lugar para el desarrollo del narcotráfico.

Argentina puede encaminarse a ser un país desarrollado, o puede asemejarse mucho más a un país del subdesarrollo y con una capacidad de compra pobre

Irlanda es un país de altos ingresos que generó un desarrollo rápido y sostenido, basado principalmente en la instalación de empresas multinacionales que contratan a irlandeses. Irlanda logró que su fuerza laboral se transforme en una altamente capacitada, y para ello, el país hizo una inversión altísima en el sistema educativo, generando que la mano de obra sea supercalificada y ofrezca a las compañías una estabilidad política, que es lo que hoy no está ofreciendo Milei. Desafortunadamente, Milei cuenta con muy poco apoyo para lograr las reformas que él pretende de manera sostenible. Su estrategia política y jurídica pueden haber servido para reafirmar su discurso anti-casta, pero tanto el DNU que tiene efectos suspendidos por medidas cautelares y el proyecto de ley bases que se cae en el congreso no han sido satisfactorios para traer tranquilidad. Para los empresarios internacionales, Argentina sigue siendo “el far west”, y Milei, no trae tranquilidad a los mercados.

Él mira variables financieras como el precio en bonos y los números de sus primeros 100 días son muy positivos, pero, esto es el primer paso. La inversión extranjera directa es un gran pendiente en Argentina.

  • Inversión extranjera directa

El modelo de Irlanda puso la inversión extranjera directa en el centro, con mano de obra que es cada vez más capacitada, con empresas que se relocalizan en tu país, con un crecimiento de la economía real. El modelo de Irlanda tiene también una estrategia fiscal; bajó los impuestos corporativos para favorecer que las empresas se instalen en su territorio y aprovechó un factor geopolítico que Argentina no tiene: su ingreso a la Unión Europea, que le permite ser la puerta de entrada de Estados Unidos a Europa y el idioma inglés. El modelo de desarrollo hecho por el mercado siempre tiene un estado chico pero inteligente detrás. Irlanda no llegó a ser Irlanda sin una inversión estratégica en educación, en infraestructura y con una apuesta a la estabilidad política y con un plan fiscal serio que ofrece ventajas fiscales para que las compañías vengan al país.

—No veo a Milei obsesionado con la educación pública.

—No, es un gran problema. Como también lo es la debilidad que tiene un Presidente con poco apoyo parlamentario y poco control de los gobernadores. Dificulta traer tranquilidad del marco institucional para el desarrollo. Es raro que diga que quiere ser Irlanda pero que dé un discurso en una escuela privada en donde critica a la educación pública como espacio de “adoctrinamiento”. El problema de la educación  no se le puede endilgar a  Milei. Tristemente, una de las peores políticas públicas de nuestra historia fue la federalización de la educación.  En los años ’90, las provincias empezaron a gestionar la educación sin capacidades técnicas ni económicas, y el deterioro relativo de la educación desde 1990 para acá fue terrible. Esto produjo un país menos productivo. Según un estudio reciente, hoy en día incluso los niños argentinos de familias con altos ingresos reciben peor educación que sus pares de países de la región. La relativa baja productividad de Argentina está asociada a su deterioro de la educación pública. Hoy, en todos lados escuchas que a la Argentina le faltan ingenieros, y eso tiene que ver con las políticas educativas de hace 20 años. El pacto de mayo, que propone Milei con las provincias, tiene que poner la educación en el centro. Si querés ser Irlanda, tiene que haber un pacto con todas las provincias sobre la estrategia fiscal para atraer empresas y la trascendencia de la educación. Es imposible atraer inversión extranjera directa a un país con pocos ingenieros.

Fuente: El Economista 

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