“De acá me van a sacar muerta”
“De acá me van a sacar muerta”. Esa fue la frase con que Isabel Martínez de Perón enfrentó al primer ensayo del golpe cívico-militar que se concretó el 24 de marzo de 1976.
De los preparativos del golpe fueron parte algunos hombres del radicalismo y del propio Partido Justicialista, por lo menos, desde junio/julio de 1975, algo que pocos se animan a recordar y aceptar***.
El artículo de Aldo Duzdevich que se reproduce a continuación, revive las dramáticas tensiones que de aquellos tiempos previos al último golpe de Estado que impactó en la historia política y social argentina.
Escribe Aldo Duzdevich*
El 18 de diciembre de 1975 fue el día que Isabel Perón se negó a abandonar la Rosada pese a la amenaza de bombardeo: “De acá me van a sacar muerta”.
A 49 años de la sublevación del brigadier Cappellini, ensayo preparatorio del golpe del 24 de marzo de 1976, resalta la actitud decidida de la entonces Presidente de la Nación.
Isabel Martínez de Perón no se dejó intimidar por las amenazas de algunos de los jefes de la Fuerza Aérea alineados tras el entonces brigadier Orlando Capellini.
En diciembre de 1975 la Fuerza Aérea se levantó contra el gobierno de Isabel Perón.
Era un ensayo y una etapa preparatoria para el golpe del 24 de marzo de 1976.
El año 1975 había sido caótico. Por lo político institucional, por el descalabro económico, y por la violencia de extrema derecha y extrema izquierda.
En agosto, cuando Jorge Rafael Videla asume como Comandante en Jefe del Ejército, ya se ponen en marcha los planes de golpe.
La oficialidad militar empujaba para apurar el derrocamiento, pero la Embajada y el establishment aconsejaban esperar y seguir fomentando el caos, hasta que la opinión pública pidiese que los militares se hicieran cargo del gobierno.
Todavía faltaba pulir algunas cuestiones, entre ellas, la negativa del jefe de la Aeronáutica, brigadier Héctor Fautario a plegarse al golpe.
Los conspiradores Videla y Massera decidieron alentar un putsch interno para correr a Fautario.
Durante la madrugada del 18 de diciembre de 1975, un grupo de oficiales de la Fuerza Aérea sublevó la VII Brigada Aérea de Morón y el sector militar de Aeroparque, donde apresaron al brigadier Fautario.
La cabeza del “Operativo Cóndor Azul” fue el brigadier Orlando Capellini; lo acompañaban el comodoro Luis Fernando Estrella, el vicecomodoro Néstor H. Rocha, los retirados comodoro Agustín de la Vega y el brigadier Cayo Antonio Alsina.
Todos ellos eran discípulos del nacionalista ultra montano Jordán Bruno Genta y adherentes a la Falange de Fe.
El Gobierno aceptó rápidamente reemplazar a Fautario por Orlando Ramón Agosti, en la creencia de que con ese gesto solucionaba el conflicto.
Pero en su punto 4, la proclama de los aviadores rebeldes afirmaba la intención de “Operar hasta el derrocamiento de la autoridad política y la instauración de un nuevo orden de refundación con sentido nacional y cristiano”.
En otro documento, los sublevados realizaban incluso una invitación directa a Videla para que asumiera “en nombre de las Fuerzas Armadas la conducción del gobierno nacional”.
Dos diputados peronistas, Carlos Palacio Deheza y Luis Sobrino Aranda, oficiaban casi como voceros de la Marina y el Ejército.
Llegaron a la Casa Rosada con la propuesta de que “con la renuncia de Isabel, se soluciona el conflicto”.
Ambos pertenecían al sector “antiverticalista”, que era un grupo numeroso de diputados, entre los que se encontraban Julio Bárbaro y Nilda Garré, a quienes en un almuerzo, Massera les confió: “Si la echan ustedes, gobiernan ustedes y si la echamos nosotros, gobernamos nosotros”.
La “chirinada” duró cinco días, poblados de reuniones, operaciones de prensa y el continuo sobrevuelo en picada de los aviones Mentor sobre la Casa Rosada y Olivos.
Algunos llevaban pintada la V con la cruz de Cristo Vence, la misma que usaron otros aviones el 16 de junio de 1955, cuando descargaron sobre la Rosada y Plaza de Mayo catorce toneladas de bombas, con el saldo de 400 muertos.
Varios de los funcionarios de gobierno, tenían muy fresco aquel recuerdo del año 1955.
- “De acá me sacan muerta”
El día más crítico fue el sábado 20. A las 15:00 horas, aviones “leales” dejaron caer una bomba sobre la base aérea de Morón para disuadir a los sublevados.
La bomba cayó en una arboleda sin producir daños personales ni materiales.
Pero ese episodio enardeció aún más a los sublevados, que se prepararon para bombardear la Casa Rosada.
Carlos Ruckauf, entonces joven ministro de Trabajo, recordó: “Esa tarde estábamos con la Presidente varios ministros, Antonio Cafiero, Federico Robledo, Tomás Vottero, creo que Lorenzo Miguel y algunos más. Se acercó el edecán militar con el teléfono diciendo que hablaba Cappellini. Isabel me miró y dijo:
-‘Atiéndalo usted, dígale que esta Presidente no acepta amenazas, ni presiones y que si quieren bombardear que lo hagan nomás. De acá me van a sacar muerta’.
“Yo agarré el teléfono y, la verdad, no recuerdo bien qué dije. Entre el milico que gritaba que iba bombardear e Isabel que gritaba muy enojada, sé que repetí el mensaje de ella y colgué”, relató Ruckauf.
“La situación era muy tensa -sigue contando Ruckauf-, ella ordenó al personal civil abandonar la Casa y nos dijo ‘los que tengan mujer e hijos pueden irse’. Nadie amagó retirarse, no es que posáramos de héroes, pero la actitud de Isabel era tan jugada, tan valiente, que ninguno quería pasar como el cagón de esta historia”.
Vale recordar que el 16 de junio de 1955, en circunstancias similares, Perón dirigió a las fuerzas leales desde el edificio Libertador, frente a la Casa Rosada, que fue duramente bombardeada.
- Del ensayo al golpe del 24 de Marzo
El conato de golpe había cumplido su cometido: desplazar a Fautario y medir durante cinco días qué tipo de reacción política o sindical podría producir el golpe: ninguna…
El entonces militante de la JP Lealtad, Alberto Iribarne, contó: “ Junto con otros grupos con los que habíamos coordinado, hicimos una movilización por el centro de la ciudad en repudio al levantamiento del aviador Capellini. Recuerdo que había gente en la vereda del Gran Rex, en la calle Corrientes. Nuestra movilización era bastante pobre. Tanto que los que estaban haciendo cola para ver ‘Pescado Rabioso’ nos triplicaban en número. Era diciembre del ’75, para entonces la suerte ya estaba echada.”
Previo al 24 de marzo de 1976, tres altos oficiales, el general José Rogelio Villarreal, el brigadier Basilio Lami Dozo y el almirante Pedro Santamaría, recibieron orden de planificar minuciosamente el operativo de detención de Isabelita.
Sabían que estaba dispuesta a resistir, y no querían mostrar ante el mundo que todo el poder de fuego de las tres fuerzas armadas no era suficiente para doblegar la voluntad de una pequeña e indefensa mujer.
Finalmente optaron por simular un desperfecto del helicóptero que la trasladaba de la Casa Rosada a Olivos y hacerlo bajar en Aeroparque donde un pelotón de marina redujo a su secretario, Julio González, y a su único custodio, el suboficial Rafael Luissi.
El general José Rogelio Villarreal, en persona, le informó que estaba detenida.
- Méritos que algún día la historia deberá reconocer
Seguramente Isabel es la ex-presidente constitucional argentina más cuestionada de la historia reciente.
Desde la derecha golpista se la responsabilizó de las siete plagas de Egipto porque les servía para dar plena justificación al golpe más criminal de la historia.
Desde la izquierda guerrillera también se la cargó de mala prensa, porque Isabel fue y es su única excusa para haber combatido con las armas a un gobierno constitucional votado por el 62% de los argentinos.
Muchas críticas tienen fundamento, otras no, y otras todavía deben ser revisadas en profundidad.
- Prueba de entereza
En su libro La Primera Presidente, la historiadora María Sáenz Quesada (afiliada a la Unión Cívica Radical-UCR) se refirió a la actitud de la viuda de Perón durante el conato de Cappellini: “Remite a la historia de Isabelita cuando en Panamá (en 1956) se temió que un comando gorila asesinara a Perón, ella tomó un arma, aunque no supiera manejarla, y se mantuvo firme junto al General. También ahora defendía con firmeza el lugar que ocupaba, el llamado sillón de Rivadavia, símbolo del poder presidencial y del legado intransferible de su esposo. (…) Esa prueba de entereza, cualidad sin duda indispensable en el liderazgo, sorprende en la misma mujer que un mes antes se había internado en una clínica enflaquecida y doliente”.
Antonio Cafiero escribió más tarde en sus memorias: “Creo que se ha maltratado por demás la figura de Isabel Perón (…) Está a la vista que cometió desaciertos, pero fue digna y siempre exigió que se respetara la investidura presidencial… no dió un paso atrás aun en los momentos de mayor zozobra, lo que habla de su temple”.
En aquellos vertiginosos años setenta de violencias políticas cotidianas, el temple y el valor individual eran un elemento para medir la talla de un dirigente.
Isabel Martínez fue la primer presidente mujer. No se entregó. No firmó su renuncia. Y fue la única mandataria depuesta que, con toda dignidad y en silencio, soportó prisión durante cinco años y tres meses.
Su dramática frase: “De acá me sacan muerta”, refleja méritos que algún día la historia deberá reconocer.
*Escritor. Militante peronista. Ex asesor de la Secretaría de Energía (2021). Autor de “La Lealtad-Los montoneros que se quedaron con Perón” y “Salvados por Francisco”.
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