El cable que electrocutó a tres presidentes argentinos
Escribe Diego Dillenberger
El nuevo asesor presidencial, Antonio Aracre, tocó el cable que electrocutó a tres presidentes argentinos: la Reforma Laboral.
La oposición perdió una oportunidad de oro para instalar el debate de una reforma sin la cual no podrá resolver los otros problemas que vienen frustrando económicamente al país.
Todavía no asumió y buena parte del kirchnerismo ya le está pidiendo la renuncia. Antonio Aracre, el ex CEO de Syngenta que asumiría en los próximos días como nuevo jefe de asesores del presidente Alberto Fernández, tocó el mismo cable de alta tensión que electrocutó ya a tres presidentes argentinos: abordar el mayor tabú del país de los últimos 70 años, que es la reforma laboral.
Desde los campamentos de la familia Moyano y los piqueteros de Juan Grabois le saltaron a la yugular: ¡cómo osó proponer quitarles sus derechos a los trabajadores! dijeron desde el ala camionera del kirchnerismo: ¿quitarles clientela a los piqueteros, o convertir receptores de planes sociales en trabajadores formales? La peor de las ideas para los líderes piqueteros.
La voz más escuchada por el peronismo en materia laboral, Héctor Recalde, exabogado del clan Moyano, exclamó su repudio por Twitter contra Aracre: su propuesta de reforma era retroceder en los derechos de los trabajadores y, por lo tanto, inconstitucional, sostiene.
Todos pidieron la renuncia del nuevo jefe de asesores del Presidente. O, más precisamente, que no llegue a asumir el lugar que debió dejar Julián Leunda, amigo del Presidente, salpicado por los presuntos chats de Lago Escondido.
Frente a algunas consultas periodísticas respecto a pensar nuevos mecanismos de inclusión al mercado del trabajo lo he dicho a título personal y el presidente @alferdez no piensa ni cree necesaria una reforma laboral🧵
— Antonio Aracre (@tonyaracre) January 7, 2023
Le dijeron de todo al CEO que venía a poner algo de lógica proempresaria en el “gobierno de científicos”: lo más suave fue “gorila”. Ya los montoneros en los 70 enfrentaron a su líder, el presidente Juan Domingo Perón, acusándolo con un famoso cántico en la Plaza de Mayo: “Qué pasa, qué pasa, qué pasa general, que está lleno de gorilas el gobierno nacional”.
- La marcha atrás de Aracre
En el último acto de esta comedia de enredos, el economista Aracre salió a “despegar” del entuerto al Presidente por la misma red del pajarito: “Frente a algunas consultas periodísticas respecto a pensar nuevos mecanismos de inclusión al mercado del trabajo, lo he dicho a título personal, y el presidente no piensa ni cree necesaria una reforma laboral”, se excusó y abrió un “hilo”.
Un tanto tarde, explicó lo que debió haber aclarado antes, al igual que todos los presidentes que tocaron ese cable de alta tensión sin los cuidados previos y se electrocutaron como Aracre: “Mi intención fue proponer un debate pensando en que los muchos millones de argentinos que hoy tienen un trabajo informal y precario puedan acceder a uno que les garantice una obra social, jubilación y paritarias SIN (sic) que se modifiquen los derechos adquiridos del resto”, cerró el hilo de Twitter.
Tarde piaste: fracasó en la comunicación de la propuesta de reforma laboral, como todos antes del exjefe del gigante agroquímico de capitales chinos que debía acercarle ideas renovadas a un gobierno que hace agua por todos los costados.
- Los otros presidentes que se electrocutaron con el tema
Raúl Alfonsín patinó ante el intento de sacar una ley para quitarles poder a los sindicalistas y favorecer el empleo no bien asumió. Fracasó rotundamente al primer intento y todo el resto de su gestión económica quedó con la impronta de ese fracaso político.
El gobierno de la Alianza, bajo la presidencia de Fernando De la Rúa, terminó cayendo cuando en 2001 pretendió una reforma laboral integral y pensada a fondo. Había conseguido el supuesto apoyo de la CGT, pero el camionero Hugo Moyano tiró la propuesta debajo de un camión: denunció que habría escuchado que el ministro de Trabajo, Alberto Flamarique, habría dicho que para la previsible oposición de los senadores peronistas tenía “la Banelco”.
Finalmente nunca se llegó a probar que desde el gobierno de De la Rúa tuvieran intenciones de sobornar a los legisladores, pero Moyano logró ponerle el mote de “Ley Banelco” a la reforma laboral que proponía la Alianza bajo el título de “flexibilización laboral”.
Acto seguido, sin esperar que se expidiera la Justicia sobre la denuncia del camionero, el vicepresidente Carlos “Chacho” Álvarez renunció y, detrás de él, cayó De la Rúa junto con la convertibilidad del peso y el dólar, generando la peor crisis económica de la historia argentina.
Escaldado por estos feos antecedentes, Mauricio Macri probó suerte con un intento de reforma laboral más modesto: trató de hacerlo en puntas de pie, evitando un debate público que podría haber ganado y pidiéndole casi “permiso” a la CGT.
Como Aracre, no explicó lo suficiente, y entre Moyano, los piqueteros y los gobernadores que dominan el Senado, el ingeniero también terminó electrificado por tocar el cable.
- La reforma laboral, los Moyano y Aracre
Ahora, Pablo Moyano heredó de su padre la misión de impedir una reforma laboral en la Argentina y tildó a Aracre de “chanta”, además de gorila y le pidió a Alberto Fernández que lo haga renunciar antes de asumir.
¿Qué proponían Alfonsín, De la Rúa, Macri y ahora Aracre que genera tanto “rechazo de los trabajadores”?
Esos presidentes entendieron que la Argentina se “jodió” cuando decidió que -especialmente para las Pymes- contratar mano de obra sea siempre muy costoso y altamente riesgoso. Entendieron que el sector privado, que es el único que genera riqueza en una economía capitalista, la piensa demasiadas veces antes de tomar personal, y que, en esas condiciones, les iba a resultar imposible eliminar el desempleo y hacer crecer la economía.
También entendían que el Estado se había convertido virtualmente en el único empleador que tomaba “ñoquis” a manos llenas para sustituir el inexistente mercado laboral. En la última instancia, ya “volteado” todo intento de reforma de la Alianza, el peronismo inventó los planes sociales como paliativo al miedo de los privados a contratar.
Aracre entiende, como sus antecesores, que es imposible imaginar cómo eliminar el déficit fiscal -ese cáncer que mata todo progreso en la Argentina- si no se alienta al sector privado a contratar y se empieza a sustituir el empleo público y los planes sociales por empleo genuino registrado en el sector privado.
oposición”, mientras su jefe intentaba reunir al Congreso en plenas vacaciones para tratar el absurdo juicio político a la Corte Suprema porque no le gustó el fallo que le restituye a la Ciudad la coparticipación que manoteó en 2020 para dársela al gobernador bonaerense Axel Kicillof.
- La oposición y su cri, cri
¿Qué contestó la oposición sobre el convite de Aracre a debatir el tema reforma laboral? “Cri, cri, cri…”. Mejor dejar que el gobierno se siga desgastando solo y seguir concentrados en las internas por las candidaturas y dedicarse al “marketing político playero”. La pelota de Aracre quedó picando.
Pero quien quiera empezar a resolver el problema de la inflación crónica y la falta de desarrollo de la economía en el próximo gobierno ya no podrá esquivarle a plantear de manera más inteligente y audaz una reforma laboral.
La opinión pública argentina ya está lista para escuchar: una reciente encuesta de la Universidad de San Andrés da cuenta de que cerca del 60 por ciento entiende que la únIca forma de que las empresas den más empleo es flexibilizando las formas de contratación.
Cuando a los que se oponen a la idea se les pregunta si creen que debe ser el estado el único responsable de dar trabajo, la mayoría de ese resto que no acuerda inicialmente con una reforma laboral dice que no: la gente está lista para una reforma laboral.
El día que las encuestas muestren un acuerdo del 80 por ciento de la sociedad y los políticos aclaren que una reforma laboral no le quita derechos a ningún trabajador que hoy goza de ellos, sino que busca darles derechos a las mayorías que hoy no tienen nada, ni Moyano, ni los piqueteros podrán oponerse.
La oposición podría haber aprovechado el convite de Aracre para instalar desde ahora la reforma que a la que más se resistirá el peronismo:
- muchos gobernadores no quieren ni escuchar hablar del tema porque en sus feudos son el único empleador y así se volvieron “dueños del voto”.
- Los líderes piqueteros podrían perder su “carne de cañón” para mandar a cortar calles para reclamar más planes para que gestionen sus líderes.
- Los sindicalistas de gremios estatales acrecentaron su poder hasta lo inimaginable desde que se duplicó el número de afiliados en las últimas dos décadas mientras decrecían los afiliados de muchos gremios del sector privado. No piensan ceder el “privilegio” de ser hoy los sindicalistas más poderosos entre sus pares.
Los hoy opositores podrían haber empezado a instalar el debate para desactivar ese cable de alta tensión que van a tener que tocar si quieren que su muy probable próxima gestión no termine electrocutada como todos sus antecesores. Tendrían que empezar ya a buscar los guantes aislantes.
*Periodista especializado en imagen pública. Director de la revista Imagen. Columnista de TN
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