El triunfo de Trump será un freno al mundo Woke y a la Agenda 2030
El triunfo de Trump será un freno al mundo Woke y a la Agenda 2030.
Escribe Ricardo Sarmiento*
El triunfo de Trump será un freno al mundo Woke y a la Agenda 2030 pero también obligará a todas las potencias económicas y militares a medir acciones y reacciones, ya que el presidente electo de los Estados Unidos marcará un cambio en la política exterior de su país y en los canales del comercio mundial.
Fuera de los comentarios superficiales u obvios, uno de los primeros aspectos que mostraron un cambio ocurrió en el Reino Unido, el principal aliado económico y militar de los Estados Unidos.
En el Reino Unido, el jefe de la oposición británica, Cammy Badanock, pidió hoy en el Parlamento al primer ministro, Keir Starmer, que se disculpe por las palabras del ministro de Asuntos Exteriores, David Lammy, que anteriormente había llamado a Trump un “neonazi que odia a las mujeres”.
Para algunos ciudadanos con preocupaciones terrenales pero vitales para la condición humana, se está produciendo un fenómeno global que consiste en “despertar e iluminar”.
Puede decirse sin mayor hesitación, que desde la guerra fría se desataron en el mundo fuerzas que no entendieron la necesidad de la humanidad de construir o reconstruir un mundo con mayor transparencia en las relaciones sociales, políticas y geopolíticas.
- El triunfo de Trump será un freno al mundo Woke y a la Agenda 2030.
El mundo Woke más recientemente, la Posverdad o la Postmodernidad, el colonialismo ideológico, el relativismo ético atizado por las ideologías extremas expusieron como verdades reveladas, casi dogmas, que todo lo que es correcto debería ser revertido.
En el mundo se retrocedió años, siglos o hasta milenios en la evolución del pensamiento humano y lo que se perdió fue, precisamente la humanidad. El humanismo fue lo que alentó el progreso de la humanidad desde que un hombre encendió el primer fuego para abrigar a su primitiva familia, o cuando aprendió a usar la piedra como herramienta, o cuando llegó a entender que habría mayor calidad de vida a partir de la Era de los Metales que, evolución mediante, permitió a la inteligencia humana pasar de sólo 48 millones de habitantes en el año cero de nuestra Era, a los más de 7.500 millones de hombres, mujeres y niños que habitamos este planeta.
La imprenta, el cisma protestante, la máquina de vapor, la industria, la penicilina, el simple lavado de manos para atender a una parturienta en una Europa aún medieval, fueron jalones (en distintos tiempos) de la inteligencia humana que definieron el progreso social, la libertad y hasta los sistemas democráticos que dejaron atrás a esa adolescencia crítica de la humanidad que fue el feudalismo, la barbarie, la crudeza de los procesos colonizadores, la inquisición, el gran califato…
El mal llamado progresismo llegó en este tiempo a repensar si era una pérdida de tiempo o no responder a los terraplanistas, al colonialismo ambiental, a los que niegan el valor de la ciencia para sostener con alimentos y con salud, más una expectativa de vida que se va extendiendo y que llegará a los 100 años.
Este progresismo se originó en las ideas gramscianas, en el marxismo, en el nihilismo suicida del trotskismo y hoy pone en discusión si un vida judía vale menos que la de un ser humano emergente de los mismos genes ancestrales.
Los discursos europeos de la socialdemocracia saturaron el mundo de consignas que dieron pie a la justificación y mantenimiento de regímenes autoritarios y criminales a pesar de que fue la Europa contemporánea la que sufrió la pérdida de decenas o centenas de millones de vidas entre las guerras y las persecuciones étnicas o religiosas.
Una parte del mundo occidental se olvidó que las modernas sociedades occidentales fueron paridas en las pasiones generacionales que escribieron con su propia sangre las palabras que deberían ser sagradas para toda la humanidad: Libertad, Igualdad, Fraternidad.
Hoy, el mundo debate, conciente o inconcientemente, si esas tres palabras tienen sentido, aplicación práctica en la vida cotidiana, o si son descartables piezas de un supuesto museo de la historia del pensamiento humano.
La realidad mantuvo toda una jornada, este 5 de noviembre de 2024, en vilo a todo el mundo para verificar si la mayor potencia occidental se inclinaba por valores necesarios para, sin exagerar, preservar la vida y la integridad humana.
Aún cuando nadie lo quiere expresar en voz alta, el mundo está en guerra física o ideológica, entre una parte de la humanidad contra la otra parte de la humanidad.
El mundo necesita un respiro y pareciera que las nuevas generaciones la están reclamando en distintas culturas y naciones.
Las mujeres son asesinadas en Irán por el simple derecho a llevar el cabello suelto. Dentro de una misma cultura, un chiíta es capaz de decapitar a un sunita, en un mismo país.
La China de Xi Jinping quiere imponer al mundo un nuevo modelo de sociedad, como lo definió él mismo en el XIX Congreso del Partido Comunista Chino, esa organización que está poniendo en riesgo la seguridad de Japón, Filipinas, Taiwán, en un injustificable afán expansionista que busca apoyo en el bloque ideológico de los BRICS, donde participa la remozada Rusia imperialista y despiadada, el Irán que usa a los palestinos, a los libaneses, a los sirios, a los hutíes, como carne de cañón para destruir a Israel y avanzar hasta matar a todos los judíos del mundo, o, más aún, a todos los que no abrazamos al Islam, palabra que por sí sola se autodescribe: Islam quiere decir SUMISIÓN.
En ese mundo Woke de la Posverdad y el terraplanismo, el ambientalismo cínico en realidad, cuando plantea cuidar el medio ambiente, está planteando que la humanidad está superpoblada con más de 7.500 millones de habitantes.
El colonialismo ambiental, el mundo Woke, la Agenda 2030, el foro de San Pablo, el Foro de Puebla y quizá hasta el BRICS están en contra de la misma vida humana y de las estructuras sociológicas que la sostuvieron desde tiempos inmemoriales, como la familia.
Este modo de ver la vida contemporánea es una declaración de guerra a la humanidad que hasta ahora ha logrado superar pestes medievales, matanzas religiosas, guerras genocidas.
Dentro de este mismo mundo estamos más de 7.500 millones de seres humanos. Algunos disfrutamos de ciertos valores como la libertad, aún cuando la globalización de los algoritmos relativizan nuestros propios valores y condicionan nuestra voluntad de usar la tecnología para unir a la humanidad en un abrazo de convivencia más allá de orígenes étnicos, convicciones ideológicas o creencias religiosas.
El mundo necesita valores sólidos en la política y también necesita que los valores éticos, morales y religiosos sean realmente valores y no falsos rostros adaptados por psicópatas, dictadores o criminales
Lo que resultó de las elecciones de Estados Unidos, que tuvo como ganador a Donald Trump, en realidad es un reflejo de todos estos conflictos que en distintas escalas afectan la Paz Mundial, y la dignidad del hombre.
El desafío de Trump no es “hacer grande América, again”. El desafío de Trump estará en que, a partir de hoy y por los próximos 4 años, trabaje por un mundo mejor, porque hoy, como nunca antes, con la globalización, los avances tecnológicos y la democratización de las comunicaciones, a pesar de los dictadores contemporáneos, sirvan para que la humanidad reencauce su evolución en un destino donde podamos decir que la vida del hombre es sagrada para los hombres y que, en conjunto, en armonía y en paz, la humanidad podrá seguir su camino de iluminación hacia el progreso y la armonía social.
*Analista geopolítico. Pensador contemporáneo. Periodista. Escritor. Director Editor de SRSur News Agency. CEO & Founder de SRSur Consultoría Estratégica
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