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Fue Israel quien hizo lo que debía hacerse, definió en un artículo editorial el diario más antiguo y prestigioso de Brasil: Estado de São Paulo.

Conocido popularmente como Estadão, el diario O Estado de São Paulo detenta la más larga historia de periodismo independiente y de indubitable perfil democrático, a punto tal que no contabiliza en sus años de historia el período en que estuvo bajo intervención de un gobierno militar de facto.

Fiel a su prestigio histórico, en su editorial del domingo 15 de junio, O Estado de São Paulo define algunos conceptos clave:

  • Israel ejerce el derecho a defenderse 
  • Ejerció un acto preventivo de legítima defensa y un servicio a la seguridad regional y global.
  • Durante décadas, Teherán ha incumplido sus obligaciones en virtud del Tratado de No Proliferación Nuclear.
  • El Organismo Internacional de Energía Atómica confirmó que Irán está enriqueciendo uranio a niveles casi militares.
  • La historia nos enseña que, ante amenazas existenciales, la pasividad tiene su precio.
  • La doctrina de supervivencia de Israel, expresada durante décadas, es clara: no habrá un segundo Holocausto por omisión.
  • Los líderes occidentales que hoy piden «moderación» tendrán que admitir, como en el pasado, que fue Israel quien hizo lo que debía hacerse.
  • Si el ataque logró retrasar el programa nuclear iraní y debilitar su capacidad de agresión, el mundo tendrá una razón concreta para estar agradecido.

El texto completo de la nota editorial de O Estado de São Paulo se transcribe completo a continuación:

Israel ejerce el derecho a defenderse*

El programa nuclear iraní representa una amenaza existencial para Israel y, por lo tanto, un objetivo legítimo. Además, detener la escalada nuclear iraní será un alivio para el mundo.

En 1981, cuando la Fuerza Aérea Israelí destruyó el reactor nuclear de Osirak en el Irak de Saddam Hussein, hubo numerosas expresiones de indignación en la comunidad internacional. En 2007, ocurrió lo mismo tras el bombardeo de las instalaciones nucleares secretas del régimen sirio.

Pero el tiempo ha demostrado quién tenía razón. Por lo tanto, el ataque israelí contra Irán en la madrugada del 13 de junio debe entenderse como lo que fue: un acto preventivo de legítima defensa y un servicio a la seguridad regional y global.

La Operación León Ascendente, que involucró a unas 200 aeronaves y más de un centenar de objetivos, tenía como objetivo impedir que la teocracia chiíta que ha gobernado Irán desde 1979 adquiriera la capacidad de fabricar armas nucleares.

Ejecutada con precisión quirúrgica, la ofensiva atacó centros de enriquecimiento de uranio en Natanz, instalaciones de misiles balísticos, depósitos militares, centros de mando y a la cúpula del aparato militar iraní, incluyendo al jefe de la Guardia Revolucionaria, Hossein Salami, y al jefe del Estado Mayor, Mohammad Bagheri.

El momento era predecible. Tras casi 20 meses de confrontación abierta con los brazos armados de Teherán -Hamás, Hezbollah, los hutíes-, Israel había alcanzado la superioridad táctica.

Irán, aislado, exhausto, con su defensa aérea deteriorada por ataques previos, atravesaba un inusual momento de vulnerabilidad.

Tel Aviv calculó que la ventana de oportunidad sería breve. Y que esperar más significaría correr el riesgo de una bomba nuclear en manos de quienes prometían aniquilar a Israel.

El historial del régimen iraní justifica el escepticismo sobre la vía diplomática. Durante décadas, Teherán ha incumplido sus obligaciones en virtud del Tratado de No Proliferación Nuclear.

Hace apenas unos días, el Organismo Internacional de Energía Atómica confirmó que Irán está enriqueciendo uranio a niveles casi militares, operando instalaciones secretas y ocultando información.

Al mismo tiempo, ha seguido negociando con Estados Unidos mientras acelera su programa. La confianza se ha visto erosionada. La comunidad internacional pregonó la calma. Pero la historia nos enseña que, ante amenazas existenciales, la pasividad tiene su precio.

La doctrina de supervivencia de Israel, expresada durante décadas, es clara: no habrá un segundo Holocausto por omisión. La ofensiva actual, al igual que las de 1981 y 2007, se guía por este principio.

Las consecuencias son impredecibles. Irán ya está tomando represalias con drones y misiles, y podría llevar a cabo ataques terroristas. Pero el coste de la inacción sería mayor.

Lo que está en juego no es sólo la existencia de Israel, sino la lógica misma de la no proliferación nuclear. Un Irán con armas nucleares no sólo amenazaría a Israel, sino que desestabilizaría todo Oriente Medio, impulsando a otras potencias regionales a buscar sus propios arsenales nucleares.

La apuesta de Israel es arriesgada, pero coherente con las señales que el propio Irán ha enviado. La operación parece tener como objetivo no sólo las instalaciones nucleares, sino también el desmantelamiento del “Eje de la Resistencia” y el debilitamiento estructural del régimen teocrático, lo que eventualmente ofrecería a la oposición oportunidades para un cambio de régimen.

De tener éxito, podría allanar el camino para una nueva arquitectura de seguridad regional, con vínculos más estrechos entre Israel y los países árabes suníes y, quizás, condiciones futuras aún más realistas para un Estado palestino estable.

Israel actuó solo, pero no solo. También actuó en nombre de quienes, ya sea en silencio o en público, reconocen la naturaleza depredadora del régimen iraní.

Los líderes occidentales que hoy piden «moderación» tendrán que admitir, como en el pasado, que fue Israel quien hizo lo que debía hacerse.

El 13 de junio de 2025 podría marcar el inicio de una nueva era en Oriente Medio, menos marcada por el chantaje y más cercana a la estabilidad lograda con esfuerzo. El tiempo lo dirá.

Es demasiado pronto para predecir el resultado. Pero si el ataque logró retrasar el programa nuclear iraní y debilitar su capacidad de agresión, el mundo tendrá una razón concreta para estar agradecido, aunque en silencio.

Fuente: O Estado de São Paulo

*Las opiniones de los columnistas son de su exclusiva responsabilidad en ejercicio del derecho constitucional a la libre expresión sin censura previa y no necesariamente reflejan la línea editorial de SRSur News Agency

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