La encrucijada de enfrentar al sindicalismo en Argentina

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Escribe Eduardo Reina*

La encrucijada de enfrentar al sindicalismo en Argentina.

Jorge Macri está con serias intenciones de enfrentar a este poder enquistado. Pero enfrentarse a los sindicatos en Argentina es una tarea compleja y arriesgada para los políticos.

Enfrentarse a los sindicatos en Argentina es una tarea compleja y arriesgada para los políticos.

El sindicalismo en Argentina se enfrenta a una encrucijada que podría ser definitoria.

En el país, el sindicalismo ha sido un ámbito marcado por la corrupción alimentada por la perpetuación de liderazgos que, incluso generación tras generación, han mantenido el poder a menudo en detrimento intereses de los verdaderos trabajadores.

La historia nos indica que Hugo Moyano dirige en Camioneros desde 1987, Armando Cavalieri en Empleados de Comercio (SEC) desde 1986, Gerardo Martínez (UOCRA) desde 1990.

El más antiguo de estos es Luis Barrionuevo, Gastronómicos (UTHGRA), desde 1979. Mientras que Sergio Palazzo está en la Bancaria desde 2010, entre otros.

Los sindicatos más poderosos han conseguido someter a las principales empresas de cada sector, las cuales, por temor a represalias, prefieren evitar cualquier confrontación y empeoran sus chances de progreso.

Muchas empresas importantes que han decidido retirarse de Argentina, señalan la presión sindical como uno de los factores de esta decisión.

Entre estas empresas se encuentran Latam Airlines, Falabella, Walmart, Pirelli, Axalta Coating Systems, Saint-Gobain Sekurit y Brightstar.

Reunión de la CGT para evaluar los pasos a seguir tras la promulgación de la ley de Bases | NA
Reunión de la CGT para evaluar los pasos a seguir tras la promulgación de la ley de Bases | NA

El escenario actual muestra un sindicalismo liderado por figuras como Hugo Moyano, quien, a pesar de su desgaste, sigue influyendo ruidosamente a través de su hijo Pablo.

Este relevo generacional perpetúa una estructura de poder que impide la renovación y la auténtica representación de los trabajadores.

La vida de lujo de los sindicalistas contrasta con la realidad de los obreros, quienes enfrentan condiciones laborales adversas y sueldos que no alcanzan para una vida digna.

En muchos casos, los empresarios deben ceder a demandas irrisorias del sindicato para evitar huelgas y bloqueos que podrían resultar en pérdidas significativas y problemas operativos.

Es por esto, que, por ejemplo, los empresarios logísticos padecen la relación con Moyano y hasta algunos llegan a verla como una necesidad estratégica.

La capacidad del sindicato de Camioneros para paralizar operaciones y generar conflictos laborales significa que mantener una relación relativamente cordial o cooperativa con Moyano puede ser vital para la continuidad del negocio.

Esta relación también se traslada al ámbito de la política en el que, cuando no es simplemente la búsqueda del negociado, lo que guía las relaciones es el temor a un bloqueo total de la capacidad de gobierno.

La relación entre Horacio Rodríguez Larreta y Hugo Moyano es un claro ejemplo de cómo la política y el sindicalismo en Argentina están profundamente interconectados.

Más que una simple relación de complicidad, es una interacción compleja donde la colaboración y la conveniencia política juegan roles esenciales.

Experiencias históricas como la de Carlos Menem 1990, impulsó reformas económicas neoliberales que incluyeron las privatizaciones, o Mauricio Macri (2015-2019), que intentó impulsar reformas laborales y enfrentó a los sindicatos en varias ocasiones aunque no logró éxitos trascendentes.

El poder de los sindicatos argentinos históricamente es mucho, pero el apoyo de la sociedad civil es escaso.

En este contexto, vuelve a tomar el desafío otro Macri, en este caso, Jorge quien ahora, desde su posición en la capital, está con serias intenciones de enfrentar a este poder enquistado al revocar la decisión de último momento de Rodríguez Larreta de querer extender la concesión de las grúas de acarreo de tránsito en la Ciudad y con eso mantener a los trabajadores de estas bajo el convenio de Camioneros.

Por esta decisión, Jorge Macri se enfrentó a una medida de fuerza extorsiva de parte del sindicato de Camioneros que, aprovechando su injerencia en el sector de los recolectores de basura, decidió trabajar a reglamento haciendo que la Ciudad se convierta poco menos que en un basural.

Macri, que parecía expectante y calmo en los primeros meses de gestión, ahora encontró el momento de mostrar los dientes y empieza a instalarse como líder de la Capital Federal encontrando una oportunidad real de salir de las sombra de Rodríguez Larreta.

Este Macri ve en esta una gran oportunidad para diferenciarse y hacer frente a un sindicalismo que nadie se le animó.

¿Jugará la ficha hasta las últimas consecuencias? ¿y está decidido a manejar el tema sindical sin generar un caos en la Ciudad en un delicado juego de fintas?.

En el radiopasillo de la calle Uspallata algunos dicen que hay una decisión firme de ponerse al día con la gestión y que ve un guiño de Javier Milei y el PRO para que lo apoye a enfrentar al sindicalismo.

El poder de los sindicatos argentinos históricamente es mucho, pero el apoyo de la sociedad civil es escaso.

Sumado a la mala imagen de los sindicalistas, el temor a perder los empleos y sufrir represalias disuade a muchos de participar de las medidas de fuerza o aún de afiliarse a un sindicato.

Enfrentarse a los sindicatos en Argentina es una tarea compleja y arriesgada para los políticos.

El éxito en términos políticos depende de varios factores: del respaldo social, empresarial y mediático, habilidad de negociación y de un mapa político que apoye la decisión de enfrentarlos.

Jorge Macri parecería haber entendido que hay algo de este cambio de época que se avecina que permite a quien sea audaz movilizar a la sociedad y a los empresarios para que juntos puedan promover un sindicalismo transparente y verdaderamente representativo.

*Columnista de Perfil

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