Japón también dijo “adiós” a María Kodama
Japón también dijo “adiós” a María Kodama a través de su embajador en Argentina, Yamauchi Hiroshi.
“Lamentamos enormemente el fallecimiento de Dra. María Kodama. Desde la Embajada queremos brindar nuestro más sentido pésame y hacerle llegar nuestro apoyo a su familia, a sus amigos y a todas las personas que forman parte la querida Fundación Internacional Jorge Luis Borges”, expresó institucionalmente la Embajada de Japón en Argentina.
En forma personal, el embajador, Yamauchi Hiroshi, emitió dos mensajes públicos a través de la red social Twitter.
“Siento una pena enorme por el fallecimiento de María Kodama. Tuve la oportunidad de conocerla y fue un gran honor para mí. Admiro el gran aporte que hizo a la cultura japonesa y la difusión de la literatura de Borges. Mi más sentido pésame a su familia y amigos” expresó el embajador Hiroshi.
https://twitter.com/embajadorjpnarg/status/1640157117431595008?t=nJO8swq6yby2d74ZE2FD8w&s=19
Luego dió un mensaje más personal en el que dijo: “En mi despacho tengo un libro firmado por ella. Lo voy a guardar con mucho cariño para poder hacer recordarla en un lugar muy especial de mi memoria”.
En un tono más íntimo, el perodista Mario Mactas hizo pública su despedida a su modo, reflejando el conocimiento de una personalidad histórica del mundo de la literatura argentina diciendo “has partido, María Kodama”
La autora de “La divisa punzó” falleció a los 86 años en Vicente López. Dedicó gran parte de su vida a acompañar al gran escritor argentino, Jorge Luis Borges.
En la calidez posible ante una despedida irreversible, Mactas expresó en primera persona que “a la muerte de María Kodama, de 86, no sólo a tristeza que me produce sino también el temor de que su valiente y constante tarea, conseguir que, como nos parece, y parece a todo el mundo, Borges vive y es leído, estudiado, revisado, asombrado y gozado, siga con su amorosa tarea”.
“Si existe un clásico que parece de ayer, de hoy -Borges- es por la obra de María Kodama, con quien mantuvimos una amistad de medio siglo. En el 21 se publicó “María Kodama, esclava de la libertad”, Ediciones de la Flor. Fueron largas reuniones y comidas bilaterales realmente agradables, divertidas y reveladoras. Era fantástico hablar con María. Licenciada en Letras, traductora, dueña de varias lenguas entre las que no contaba el japonés -el padre, nacido y educado en Japón juzgó más útiles otros caminos-, y estaba estudiándolo en los últimos dos años con una amiga, un profesor con sombrero (me contaba) y mucha dedicación”.
Mactas reveló que Borges y María Kodama tropezaron en la vereda al salir cada uno a sus cosas a la salida de la Facultad de Filosofía y letras, la de Viamonte. Borges se disculpó y en el mismo momento le preguntó: ”¿No quiere estudiar inglés antiguo?” Todavía podía ver. Poco, pero veía. Ella de 16. Borges al borde de los sesenta. Fue el principio de un amor definitivo aunque siempre en casas y camas separadas: ”No podría dormir con un dios griego que a la mañana tambaleara hacia el baño en calzoncillos”. Era muy divertida y muy suya, María Kodama. Formada por el padre – se separaron-, la madre una pianista brillante pero infantil y de gran atracción: “Muy parecida a Gwyneth Paltrow. Todos mis amigos estaban locos con ella”. Sólo ue ella estaba más en el foco de Borges y María: “No me gusta esa idea. Sos muy chica”. El padre lo aceptaba, cortés y lacónico. María fue a dar a la casa de la abuela, pía y santurrona – no es lo mismo que religiosa- : ¿ Por qué fue expulsado el ángel de mayor hermosura? No lo entiendo. Y la abuela: “Te condenas. Irás al infierno”.
Compartieron con Borges juegos poniéndonos nombres de cuentos, reían, disentíamos: “El Aleph me parece banal, Borges”. Siempre de ”usted”, por cierto, seguramente como una forma elegante de dirigirse. Borges le propuso muchas veces casarse: “¿Se imagina una tarjeta María Kodama de Borges?” “De ninguna manera, Borges. Yo no soy de nadie. Nunca me proponga aprisionar mi libertad”. “Pero María, usted es entonces esclava de la libertad” (De allí el título del libro mencionado al principio).
Ya herido por la enfermedad, el esteta, editor y aristócrata Franco María Ricci le rogó a solas, en Parma, que aceptara: “Él no quiere otra cosa, por favor.” Y se hizo el casamiento, después de tanta resistencia al bajar la bandera de vivir en libertad.
- Los años del odio
La unión consolidada de los dos, hizo el pico de odio que rechazaba, menospreciaba y calumniaba un cerco de amigos antiguos que juzgaban a Borges de su propiedad y en medida importante de su clase. Juicios, falsedades, versiones infames –como una oportunista que lo había capturado para su provecho-, tres décadas de denuncias y falsedades sin duda empujadas por los celos y el resentimiento. Al verse de verse oprimida por tanto ataque, y reconocida por su generosidad, esfuerzo, valor, inteligencia y amor que preserve ni distorsione la obra, sintió una gran liberación luego de treinta años de conflictos. Se trataba de un grado de injusticia tal que no supieron ver que iba a ser más fuerte la felicidad de los dos, la llegada a los ochenta del narrador, poeta narrador y pensador con viajes- en globo, por ejemplo-, lugares de maravilla, la gran jugada de los días que le dieron una libertad sin límites.
El escribir María “La divisa punzó” junto Claudia Farías Gómez, no hubiera sido una sorpresa para él: Borges aborrecía a Rosas, y argumentaban de los lados muchas veces. Lo hacían con puertas cerradas, en la intimidad. De paso, no se pueda eludir la interrogación acerca de si incluía una vida sexual. Y la incluía, como creación de los dos, y con su vida común aunque no se tratara de una convivencia clásica, queda dicho. ”De otro modo no sería un matrimonio, ¿no?” Por cierto, María señalaba a Bioy como instigador mayor en el desprecio y agravio, sin excluir a María Esther Vázquez: “Siempre soñó con Borges.”
Cuando un gran médico -me consta, acotó Mactas- le dijo a Borges que ya no había mucho que hacer, él dijo de inmediato “nos vamos a Ginebra, María”. Fue su decisión. Antes, una gira enorme por Europa con presentaciones y conferencias. En España, en un sillón de hotel, alguien se hincó para decirle: “Maestro, leo siempre su obra y me emociona verlo”. ¿Ah, quién es usted? “Me llamo Mick Jagger, soy músico”. Claro, Jagger, me gusta lo que tocan los Rolling Stones. Sí, Jagger siempre fue un lector de Borges y un admirador de tiempo completo. En el film Performance, con Jagger- feroz- se alude a Borges varias veces.
Como un último mensaje a María Kodama, Mactas expresa a conciencia: “De manera, pues, que has partido” y “Morir es una costumbre que sabe tener la gente”, urdió la milonga del poeta. Buenos Aires está en sombra”, concluye Mactas.
Una de las últimas sorpresas literarias para Kodama fue recibir en sus propias manos la primera obra literaria propia de la ancestral cultura Huarpe: “Llahué Huarpe, Memorias” del periodista Ricardo Sarmiento.
La intermediaria fue Paloma Wulfsohn. María pidió a Paloma que le leyera una poesía. Paloma leyó “La oración del desierto” un poema que expresa en lenguaje mixto, castellano y millkayac, un sentimiento que pudo haber expresado hace más de 2.000 años un “hijo del hombre del desierto”. De inmediato pidió una segunda lectura y oyó “Identidad”: “soy la sed/soy la sal/soy el arenal”…
“El libro es atrapante. No pude parar de leerlo. Quiero conocerlo (al autor)”, dijo Kodama en un nuevo encuentro.
El diálogo con Paloma fue de tono muy intimista. A tal punto que expuso su negativa a colocar alarmas y cámaras de videovigilancia en su domicilio. Quería preservar su intimidad y la libertad de movimiento de sus gatos.
“Por qué no comés” le había preguntado Paloma. “Porque estoy sola y me olvido. Aunque esté rodeada de gente, me siento muy sola”, confesó Kodama.
“El día que ya no esté acá, quiero que esta casa sea un museo” expresó María mientras tomaba entre sus manos las manos de Paloma en su último encuentro.
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