24/11/2024
ArgentinaOpinión

La relatividad de las encuestas presidenciales

El clima preelectoral muestra la relatividad de las encuestas presidenciales. Con noventa días por delante -hasta que se oficialicen las candidaturas en la última semana de junio- no hay encuesta que pueda dar números precisos respecto de la intención de voto de políticos que nadie sabe si serán de la partida o no cuando haya que votar.

Por lo tanto, es conveniente andar con cuidado a la hora de leer y sacar conclusiones con base en los relevamientos de opiniónpública  conocidos.

Hay una excepción. Que el fenómeno Milei crece sin solución de continuidad no es una especulación sino un dato verificable. Básicamente, porque resulta seguro que encabezará la boleta de su partido en las PASO, y luego en las elecciones que se substanciarán el 22 de octubre.

En cambio, ¿qué podemos decir de Mauricio Macri, Horacio Rodríguez Larreta, Patricia Bullrich, Cristina Fernández y los demás aspirantes a presidente que pueblan la nómina del peronismo?

No se trata de negarle sentido a las mediciones que los mencionan, como a resaltar el hecho de que la mitad de ellos, al menos, no competirán en las primarias abiertas, y apenas tres o cuatro -si lo sumamos a Juan Schiaretti- se encontrarán en las gateras en los comicios generales, tras haberse llevado a cabo las PASO.

Al fenómeno bien extendido de que una parte importante de la población recusa de modo absoluto la política, y no está interesada en responder a las preguntas de los encuestadores, hay que sumarle el carácter relativo de quienes contestan que van a votar por Fulano o a Perengano sin saber siquiera si llegarán a las primarias del mes de agosto.

Sólo cuando decante la lista de anotados podremos tener una idea más o menos aproximada de cuál es la intención de voto de los principales contendientes.

  • Encuestas

De la misma manera que las encuestas cualitativas resultan enteramente creíbles y reflejan con exactitud el estado de ánimo, las expectativas y esperanzas o miedos de la gente, a las cuantitativas hay que analizarlas con beneficio de inventario. Sabemos a ciencia cierta cómo califica la gente al gobierno, cómo considera que se halla económicamente o cómo cree que será su situación el año que viene.

Al contrario, sabemos poco de cómo habrá de votar. No porque mienta sino porque las candidaturas, excepto la del líder libertario, están sujetas -en su totalidad- a discusión.

Pero que debamos ser cautos en el sentido arriba señalado no quita que haya datos duros -todos de público conocimiento- que pueden servirnos tanto o más que las encuestas para tratar de entender por quién se inclinará el pueblo soberano a la hora de entrar al cuarto oscuro.

  • Coyuntura económica

Hagamos un breve repaso: el Banco Central vendió, en los dos meses y medio transcurridos desde principios de este año, US$ 2.200 millones y lleva perdidos, en lo que va del mes, más de US$ 1.300 millones.

Cuanto acumuló por efecto del dólar soja parece esfumársele sin que encuentre Miguel Pesce la forma de parar la sangría; la pauta salarial, fijada por el equipo de la cartera de Hacienda en 60%, ha quedado desactualizada y los gremios piden recomposiciones trimestrales.

Se perderán en el curso del año US$ 7.000 millones de ingresos fiscales en virtud de la histórica sequía que aqueja al país; el déficit fiscal de 1,9% del PBI, establecido a la manera de una meta al comienzo de la gestión Massa, será como mínimo el doble; la suba en el rubro alimentos y bebidas de 9,8% triplicó, a esta altura, los topes del programa Precios Justos.

Y, por si todo esto fuera poco, el índice de precios minoristas de marzo, cual era de esperar, superará al de febrero y orillará 7,5%, si es que no llega al 8%.

Cómo pensar, pues, con semejantes números a la vista, que el sueño del ministro de Economía pueda transformarse en realidad; cómo no considerar que la esperanza del presidente de ser reelecto sea una pura fantasía; cómo suponer que Cristina Fernández vaya a animarse a bajar al ruedo para ser triturada en las urnas, o que el oficialismo se encuentre en condiciones de ser competitivo y dar pelea a sus rivales en igualdad de posibilidades que Juntos por el Cambio y La Libertad Avanza para alzarse con el triunfo.

El desbarajuste económico habla por sí solo y plantea un escenario -cuando restan ocho meses para los comicios de octubre- en donde el peronismo carece de chances de ganar.

Nunca sucedió algo siquiera parecido. Ni Italo Luder, ni Eduardo Duhalde ni tampoco Daniel Scioli habían perdido cuando faltaban 240 días para las elecciones.

  • Especulaciones

Las especulaciones que es dable tejer acerca de los candidatos en danza y de su verdadera musculatura electoral son infinitas. Por eso es pertinente esperar a que se aclare el panorama, cosa que sucederá recién a finales de junio y, aún más, cuando se conozca el resultado de las internas abiertas.

Mientras tanto, la pregunta que se repite en todos lados y nadie está en capacidad de responder es si la bomba de tiempo cebada por el gobierno le explotará a este en las manos o si será la herencia envenenada que recibirá el próximo presidente, ni bien se acomode en el sillón de Rivadavia.

No es una novedad que en las últimas semanas se ha disparado el déficit de las cuentas públicas. El interrogante que se abre a partir de esta realidad es de qué forma piensa el gobierno financiar el desmadre fiscal.

En este orden de cosas no hay sino cuatro alternativas -o, si se prefiere, herramientas- a las cuales echar mano: 1) acudir a los mercados de deuda; 2) aumentar los impuestos; 3) realizar un ajuste del gasto; y 4) Imprimir tantos billetes como hagan falta. A la primera es menester descartarla. La Argentina tiene vedado el acceso a esos mercados. En cuanto a la segunda, la carga impositiva que sufren los contribuyentes es de tal envergadura que votar nuevos gravámenes -si acaso el oficialismo tuviese el poder suficiente para imponer su criterio en las dos cámaras del Congreso Nacional, cosa harto dudosa- resultaría suicida en medio de una campana electoral como la que se avecina. La tercera, por su lado, en teoría sería la solución más lógica, pero se topa con los comicios por venir. Reducir partidas pocos meses antes de que ejerzamos el derecho al voto es impensable tratándose del kirchnerismo.

Queda la cuarta, es decir, apelar a la máquina de hacer moneda, de suyo espuria. Es el expediente más fácil, aunque -dadas las condiciones de la economía criolla- podría resultar letal. Sin reservas, con una inflación galopante y las cuentas públicas fuera de control, mencionar la probabilidad -más que la posibilidad- de una explosión de carácter financiero, no es parte de un libreto apocalíptico.

El dato nuevo es que cuanto hasta unos meses atrás sólo era posible, ahora
se ha convertido en probable. La diferencia no es precisamente menor.

*Fuente: Gaceta Mercantil

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