10/05/2024
ArgentinaOpinión

Realidades y mitos en torno al escenario electoral a horas de las PASO

Escribe Federico González*

Realidades y mitos en torno al escenario electoral a horas de las PASO

A horas de las elecciones PASO, pueden bosquejarse algunas consideraciones sobre diversos aspectos involucrados. Como todo análisis, el presente no está exento de arbitrariedades selectivas y valorativas. En rigor, solo se trata de recortar, analizar y valorar algunos hechos puntuales, a efectos de decantar algún sentido sobre el estado de situación.

Realidades: Sociedad violenta, dirigencia beligerante

Los acontecimientos de los últimos días dejan una impronta de violencia social y beligerancia política.
La muerte trágica de Morena Domínguez, una inocente víctima de 11 años que perdió la vida mientras iba a la escuela a causa de motochorros marginales atravesados por la droga, produjo un shock emocional ciudadano y alguna parálisis discursiva del arco político. Es sabido que ante lo consumación de lo irreparable cuesta encontrar palabras. Pero no es menos cierto que ante el fracaso reiterado de sus políticas, la clase dirigente, entendida en conjunto, quizás haya tomado consciencia de que se quedaba sin palabras. O sin excusas.
El hecho de que la tragedia de la niña haya ocurrido en Lanús, el pago chico de Néstor Grindetti, acaso haya inhibido el protagonismo de Patricia Bullrich durante aquella aciaga jornada. Quizás la precandidata de Juntos por el Cambio sea, junto a Santiago Cúneo (con su referencia a aplicar las políticas de Bukele), quien mejor orientó su campaña a combatir el flagelo de la inseguridad y las mafias de los narcos, que envenenan a niños y barrios, mientras enferman a la sociedad cooptando silenciosamente a las instituciones del Estado.
Lamentablemente, los hechos de violencia se sucedieron. El asesinato en Morón del médico Juan Carlos Cruz. El crimen del Profesor de educación física Nelson Daniel Peralta, en Glew.
Lamentablemente, en algún caso (vg. la muerte súbita del activista Facundo Molares durante una protesta y la posterior réplica más violenta del día siguiente), tales hechos escalaron.
Lamentablemente, los días previos a las PASO se tiñeron del sabor amargo de la violencia, el caos y la anomia.
Mientras, la beligerancia política de algunos sectores se dedicó, de modo oportunista y salvaje, a echar nafta al fuego bajo la excusa de un nuevo capítulo de victimización reivindicatoria, que trajo reminiscencias de su accionar durante el caso de Santiago Maldonado. Nuevamente el ideologismo de barricada volvió a fogonear las manifestaciones para ganar posicionamiento.
En estos días, un periodista me formuló la pregunta recurrente de modo simple y dramático: ¿Por qué la Argentina se tornó una sociedad tan violenta? En mi respuesta atiné a bosquejar lo que sigue:

Mi primera reflexión fue minimalista y poco original: se trata de un fenómeno multicausal que se viene gestando desde hace años.
En principio, referí aquel refrán popular que sentencia que “El hombre es un animal de costumbre”. Entonces nos terminamos acostumbrando a todo. También al espanto.
Luego evoqué a “Recontra re adaptados”, una desopilante y lapidaria canción setentista del
programa de Tato Bores. Aún me resuenan algunas de sus estrofas: “Y de adaptarnos a un empleo, aunque no sea ni lindo ni feo. Y de adaptarnos a estar contentos, aunque nos llene la mufa por dentro. Y de adaptarnos a cualquier cosa, siempre que no sea muy espantosa. Y de adaptarnos sin saber cuándo, ¡comenzaremos a recontra re adaptarnos!”
En terminología moderna solemos enunciar la misma idea con otras palabras: “Hemos
naturalizado todo”.
En neuropsicología ese fenómeno tiene una denominación: efecto de habituación. Lo cual remite a la clásica fábula de la rana que se va a quemando de a poco hasta que, inadvertidamente, termina muriendo.
En psicología, existe un fenómeno análogo: la indefensión o desesperanza aprendida. Debemos esa noción al psicólogo Martin Selligman, quien en un clásico (y cruel) experimento demostró lo siguiente:
Un perro previamente sometido a un castigo intenso e inevitable (descargas eléctricas mientras permanece atado), es luego puesto en una situación aversiva similar. Aunque tendría ahora escapatoria (la misma que elegiría fácilmente cualquier animal de control sin experiencia previa) opta por “auto condenarse” pasivamente a recibirlas. Moraleja: El pobre animal ha “aprendido” a que cualquier esfuerzo es inútil.
En el decir cotidiano -en analogía con el abandono en box- le decimos “tirar la toalla”. O, más simplemente, resignación.
Entonces evoqué también aquellas estrofas de una canción de Babasónicos: “Poco a poco, fuimos volviéndonos locos”, para parafrasearla en ““Poco a poco, fuimos volviéndonos violentos”, o “Poco a poco, fuimos volviéndonos insensibles a tanta violencia”. O impotentes. O escépticos de que ese flagelo acaso no tenga solución. O incrédulos de que alguien pueda resolverlo.
Para mi asombro, al googlear la letra de la canción referida, descubro algo que desconocía: se llama “Irresponsables”.
Ciertamente, “Irresponsables” refiere a trasgresiones peligrosas en el amor. Pero en lo que aquí interesa, creo que hemos sido socialmente irresponsables. O responsables de ese oscuro goce de coquetear con el mal. Y a fuerza de tanta desidia y jactancia, también fuimos volviéndonos locos. De a poco. Inadvertidamente. Como la rana.

Porque, a muchos, el villano de una serie (“El patrón del mal”, por ej.) hasta les resultaba
simpático. Ese extraño glamour hacia el “rebelde transgresivo”. O como alguna vez resumió
magistralmente Jorge Así: el culto al “transgresor módico”.
Entonces, a fuerza de tanta viveza criolla, compramos la máscara del cinismo. Y pasamos del “chanta simpático”, modelo Isidoro Cañones, a la cruel densidad del barra bravismo. O a coquetear con la cultura tumbera. O con la cumbia villera. ¡Dale que va¡, parece resonar el “Cambalache” de Discepolín.
Desde el costado diferente de la reacción salvaje, un día muchos argentinos hartos de la
inseguridad se identificamos y aplaudieron sin miramientos al ingeniero Santos, quién en 1990 persiguió y mató a dos jóvenes que le habían robado un pasacasete. Santos se convirtió entonces en una figura emblemática de la necesidad de hacer justicia por mano propia.
Años después, otros tantos argentinos se identificaron con otro ingeniero, esta vez de carácter ficcional: Simón Fischer, más recordado como “Bombita”, el vengador heroico representado por Ricardo Darín en “Relatos Salvajes”. El justiciero que estalla violentamente ante tanta frustración ciudadana acumulada.
Con motivos o sin motivos, lo cierto es que los “Irresponsables” de Babásonicos nos devuelven en clave musical la misma letanía: “Poco a poco, fuimos volviéndonos violentos”
Aunque ya no podamos discernir si somos una sociedad violenta o una sociedad ganada por la violencia. Y tampoco quién empezó. O por qué.
Pero un día descubrimos lo que nunca deberíamos haber olvidado: la vida no es una serie de Netflix. Y de pronto, a diferencia de la rana adormecida, aunque más no sea espasmódicamente, de vez en cuando nos despertamos de tanta indiferencia cuasi narcótica para ver la tierra arrasada por la decadencia y la degradación.
Entonces acudieron a mi memoria ochentista dos frases de filmes de aquellos años de democracia incipiente. En “Espérame mucho”, un film de Juan José Jusid (1983), el subtítulo del afiche interrogaba “¿Qué nos pasó a los argentinos?” Mientras que en “La República perdida”, aquel célebre documental dirigido de 1983, una de las frases finales era: “A la República la hemos perdido entre todos”.
En aquellos meses difíciles post Malvinas un periodista inquirió a Jorge Luis Borges: “Maestro, ¿Ud. cree que Argentina ya tocó fondo”? A lo cual el genial escritor, con la ironía exquisita que lo caracterizaba respondió: “De ninguna manera: podemos seguir empeorando indefinidamente”.
Resulta triste reconocer que Borges haya tenido razón. Tanto como advertir que aquella República perdida se haya seguido extraviando sin pausa en los laberintos de la decadencia.
Evoqué entonces la frase final de aquel hondo poema de Bertolt Brecht: “Ahora vienen por mí, pero es demasiado tarde”. Porque, para muchos argentinos, la sensación era que la decadencia les resultaba ajena. Apenas una perversa rareza de los suburbios. Pero, de pronto, como si fuéramos la rana que reacciona y se despierta de su letargo, asistimos con estupor a que el germen de la degradación ya está aquí, entre nosotros. O vive en nosotros. Consubstanciado en el paisaje.
Y así, el domingo marcharemos a votar. Algunos.

  • Mitologías electorales

Un capítulo particular que suele darse durante las campañas políticas y otros temas sociales es de las mitologías de análisis.
Me referiré a esas mitologías como tendencias acríticas a amplificar ciertos fenómenos.
Nadie está exento de la tentación mistificadora. Ni siquiera quien escribe un artículo para
denunciarla, pero lo antecede con una narrativa hiperbólica de algunas facetas acaso sustantivas de la realidad actual.
En la edición de Infobae del 20 de agosto de 2020, en Una postal del desencuentro argentino, a propósito de una marcha contra la denominada “cuarentena eterna”, quien escribe decía: “Alguna vez John Lennon sentenció: “No hay peor mentiroso que quien se escandaliza”. Por cierto, es justo escandalizarse de muchas cosas. Pero también es un vicio de la afectación”.
Al escándalo mistificado subyace una profunda vocación tremendista y agorera. ¡Qué tremendo!
¡Así no se puede seguir!, ¡Adónde vamos a parar! El subtexto subyacente al escándalo mistificado puede expresarse de modo austero en una fórmula sencilla: “¡Pero miren qué barbaridad [hecho mistificado]”
Iré al grano:
“¡Pero miren qué barbaridad, la gente está enojada y no está yendo a votar!”
“¡Pero miren qué barbaridad, ningún candidato habla de ninguna propuesta!”
Por favor, entiéndase bien: lo opuesto al escándalo mistificado no es, en modo alguno, la negación de lo obvio. Sino la debida calibración de la magnitud involucrada. No se trata de oponerse negando de plano los hechos que dan cabida. Pero si de demostrar que se trata de auténticas exageraciones. En modo minimalista: “Algo de eso hay, pero, ¡no es para tanto!

  • Mitología N° 1: La gente está tan enojada que no irá a votar

Desde que comenzaron las elecciones provinciales se asistió a un hecho incontrovertible:
comparado con las elecciones de 2019, hasta el 26 de julio, el porcentaje de presentismo había venía resultando más bajo en 14 de 16 provincias.
Pero el elevado porcentaje de provincias donde se registró la merma, nada revela respecto a cuál es la magnitud de la misma. Indica una clara tendencia, pero no refiere a su real magnitud. Para eso, corresponde recurrir a la comparación de los promedios entre 2019 y 2023.

En la edición del 26 de julio de Infobae, en la nota “Elecciones 2023: la participación electoral bajó en casi todas las provincias y preocupa a los candidatos presidenciales, aparecen los datos comparativos de cada provincia. Al proceder al cálculo de los respectivos promedios surge lo siguiente: en 2019 habría votado, aproximadamente un promedio de 75.7%. Mientras que, en 2023, la cifra habría descendido cinco puntos, para ubicarse en 70.7%
A continuación, aparece una serie de cuantificadores verbales posibles para referirse a la merma del presentismo. Algunos indican un carácter aumentativo de dicha merma, tales como: “bastante menor”, “mucho menor”, “ostensiblemente menor”, “alarmantemente menor”, “dramáticamente menor”, “peligrosamente menor”, “preocupantemente menor”. Otros, en cambio, la relativizan, tales como: “ligeramente menor”, “algo menor”, “poco menor”, etc.
Invito al lector a que elija aquellos cuantificadores que se ajusten mejor a los datos y a su
contexto. Concretamente, al hecho de que el presentismo promedio bajó de 75.7% a 70.7%. Es decir: 5 puntos porcentuales.
Quizás el lector acuerde o no conmigo. Lo cierto es que pienso que la magnitud tal disminución del presentismo (o aumento del ausentismo) no avala en absoluto a la retórica dramática, preocupante y agorera con que los analistas políticos y el periodismo han venido refiriéndose al fenómeno. En otros términos, la retórica alarmista y escandalosa utilizada, en ausencia de datos -a mi juicio- haría pensar que el presentismo bajó de un 77% a un 40%, o a un 50%”. Obviamente, en ese caso, la dramática de análisis habría tenido una justificada cabida. Pero tratándose de una merma como la realmente verificada, aquella narrativa casi angustiante carece del más mínimo asidero.
Otra implicancia de la dimensión alarmista y agorera con que se trató el tema es el cambio de acentuación en el modo de expresar la disminución: en lugar de referir al 70% aprox. que, efectivamente concurrió a las urnas, se observó una tendencia a destacar el 30% que no lo hizo. El problema es que el subtexto de este modo de narrar los trasmite la resonancia de que antes habría concurrió casi un 100%, mientras que ahora habría desertado un 30%. Lo cual es claramente falaz en la medida en que escamotea ese porcentaje del 25% que antes tampoco habría concurrido.
Pero el paroxismo de la retórica agorera se expresó cuando se sacaban cuentas del porcentaje que realmente representarían un eventual ganador con, por ej., un 40%. El argumento que resulta matemáticamente correcto, pero persuasivamente falaz fue el siguiente: si alguien gana con el 40% de un 70%, en rigor apenas representa un 28%. Ergo; ¿Qué legitimidad tendría su gobierno?
Aconsejaría a quienes sostienen esas tesis comunicacionalmente tendenciosas, que consideraran qué porcentaje real de votantes se verifica en Estados Unidos. A la luz de la mitomanía del análisis político deberían concluir que los presidentes de ese país carecen de legitimidad, dado que sólo entre un 50% y 60% promedio acuden a sufragar (más allá de que en ese país el hacerlo no resulte obligatorio).
Por último, ante ese magro segmento de un 5% que, en teoría, desistiría de concurrir a sufragar, las horas discursivas y los ríos de tinta que corrieron tratando de determinar si favorecería o perjudicarían al candidato A, B o C, suena a todas luces como innecesaria y desmesura. Primero, porque resulta harto difícil averiguar quiénes, efectivamente, serían los votantes defectivos (en rigor, debería ser alguien que habitualmente vota, pero que ahora habría decidido no hacerlo, a quién entonces habría que inquirir por quién lo haría si lo hiciera y a qué distancia volitiva estaría de hacerlo) Y segundo: ¿Valdría la pena encarar tan incierta desmesura para determinar qué tajada podría extraerse de un botín de votos tan magro que, además, podría repartirse entre varias opciones?
En síntesis, una total desmesura fundada en la mitomanía de un análisis político tan acrítico como dador de rating.

  • Mitología N° 2: No hay propuestas

En aras de no extender el artículo, seré escueto en esta sección que, oportunamente, ampliaré para un futuro trabajo.
Como ya se anticipó, la mitomanía del análisis político acrítico sostiene que, como ocurriría
siempre, ningún (o caso ningún) candidato habría presentado propuestas. Y que, en todo caso, éstas apenas se limitarían a enunciar vaguedades.
Mi provocación operativa será a todas luces minimalista. Ciertamente, algunos o muchos de los candidatos enuncian vaguedades. Ciertamente, algunas de sus propuestas pueden catalogarse como de problemática realización. Ciertamente, algunas propuestas podrían ser algo imprecisas. O enunciadas sin especificar cómo podrán realizarse. Ciertamente, algunas pueden resultar poco creíbles. O impracticables. Pero eso no quita que no existan propuestas.
Lo que no es menos cierto es que quienes sentencian su falta, generalmente preguntan
nimiedades cuanto están frente a los candidatos. En lugar de adoptar una actitud socrática que propicie sacar a luz la esencia misma de la propuesta.
La prueba de que, efectivamente, existen propuestas es muy simple. Aseguro que enumerarlas aquí resultaría una ardua tarea que desborda este texto. Obviamente, quien esté genuinamente interesado en conocerlas puede remitirse a los respectivos espacios partidarios. Aseguro que se llevará más de una sorpresa. Aquí solo me limitaré a enunciar que, para muestra, basta un botón.
El criterio de selección fue básicamente al azar. Y se trató de referir a candidatos presidenciales más conocidos, junto a otros que lo son menos. Se incluyó también a candidatos a Jefe de Gobierno Porteño y a un candidato a Senador Nacional. A continuación, un breve muestrario de propuestas.
Sergio Massa: Cancelar definitivamente la deuda con el Fondo Monetario Internacional. Proyecto de ley para que la Argentina no pueda volver a endeudarse con organismos internacionales sin la aprobación del 74% de del Congreso.
Horacio Rodríguez Larreta: Blindar las fronteras y los sitios estratégicos del país. 10.000 nuevos gendarmes y efectivos de la policía federal en zonas críticas. Crear un grupo de élite anti narcotráfico con los mejores agentes de todas las fuerzas. Ley de extinción de dominio para atacar a las organizaciones criminales.
Patricia Bullrich: Levantar el cepo en forma inmediata. Presupuesto sin déficit y una reforma del Estado para reducir el gasto público.
Javier Milei: Dolarizar la economía. Reducción drástica del gasto público con impacto del 15% del PBI. Reducción del 90% de impuestos.
Santiago Cúneo: Aplicar en Argentina la política de seguridad del presidente de El salvador Nayib Bukele, materializada en una ley de excepción que permita las detenciones y permita la disposición de los detenidos en la Justicia, sin recurrir a la represión. Avanzar hacia la Confederación y terminar con La República. Que la Justicia deje de ser un poder en la Confederación Argentina y pase a ser un servicio público”.
Juan Grabois: Un millón de lotes con servicios para que cada persona construya su hogar.
Aumentar la oferta de viviendas en alquiler a través de un impuesto a las viviendas ociosas. Obras de integración socio-urbana en los 5.687 barrios populares.
Jorge Macri: Trenes por arriba de la tierra. Elevación del tren Sarmiento que corta la Ciudad en dos grandes partes. Desarrollo de metodologías de estudio para aprender a leer, escribir y hablar en inglés. La inteligencia Artificial será una cuestión de Estado.
Martín Lousteau: Otorgar créditos blandos del Banco Ciudad para facilitar todos los gastos inmediatos de aquella quienes necesiten accede un alquiler. Implementar incentivos fiscales y crediticios para que se desarrollen edificios que tengan un componente mínimo dedicado al alquiler. Ofrecer productos específicos para ciertos grupos en algunos barrios.
Juan Carlos Neves (candidato a Senador por la provincia de Buenos Aires): realizar grandes obras de infraestructura como la represa del Paraná Medio, considerada la “obra del siglo”, capaz de producir energía como toda la que se genera actualmente en Argentina. Puerto de aguas profundas en la Bahía de Samborombón, capaz de generar miles de puestos de trabajo y reducir los costos logísticos de energía y transporte.

  • Síntesis

He intentado mostrar que se llega a las PASO contra un fondo de incertidumbre y preocupación ciudadana. No obstante, también intenté demostrar que ciertos discursos derivado de análisis políticos de carácter acrítico, no se condicen con la realidad a la que pretenden referiste. Las dos conclusiones principales son:
Sostener que la gente no fue o no irá votar es sencillamente una exageración. Mientras que
sostener que los precandidatos en las PASO no han formulado propuestas, es básicamente una negación de las evidencias.

Según mi opinión, detrás de tales exageraciones y omisiones no existe una tendenciosidad
ideológica. En cambio, se trataría apenas de especies de commodities mentales del análisis
político. Lo cual, traducido al castellano, significa lisa y llanamente, pereza mental.

*Director de Federico González y Asociados, Consultoría Política. Los artículos de opinión no necesariamente reflejan la línea editorial del medio.

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