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Irán no deja opciones: era esto o la existencia de Israel. Porque Israel no ataca por gusto: se defiende.

Por Daniel Grinspon*

Irán no deja opciones. Israel no ataca por gusto. Israel responde, actúa, se defiende.

Y esta vez, lo hizo con todo. Porque cuando la serpiente levanta la cabeza, hay que aplastarla.

La operación contra Irán no fue improvisada ni impulsiva.

Fue el resultado de años -sí, años- de inteligencia, infiltración y preparación quirúrgica del Mossad, que se metió en el corazón mismo de Teherán, y desde ahí identificó, marcó y apuntó a los verdaderos hacedores del estado terrorista iraní.

No atacó a los títeres que sonríen para la prensa occidental, sino a los que operan en la sombra, fabricando muerte con cada riel de uranio enriquecido, cada misil, cada alianza con los grupos que queman banderas de Israel en cuanto acto internacional aparece.

¿Querían saber por qué? Por AMIA. Por la Embajada de Israel en Buenos Aires. Por los atentados terroristas en Bulgaria, Argentina, Alemania, Tailandia, India.

Por los judíos asesinados solo por serlo, desde París hasta Nairobi. Por las armas que Irán viene mandando a Hezbollah en el Líbano y a los hutíes en Yemen.

También por el chantaje atómico y el odio exportado en cuotas. Por los rehenes del 7 de octubre.

Porque Irán no es un país con una milicia; es una milicia que se disfraza de país.

Y a los que ahora se desgarran las vestiduras en Twitter, llorando por “la soberanía iraní”, sería bueno recordarles que Teherán lleva décadas financiando a cada grupo que le mete una bomba a un colectivo, una granada a una sinagoga o un cohete a un jardín de infantes en Sderot.

Es necesario recordar que su régimen maldice a Occidente mientras sus hijos estudian en Londres y sus líderes compran piezas para misiles en fábricas europeas.

Israel no eligió este conflicto. Lo heredó. Pero sí eligió cómo enfrentarlo. Y eligió no esperar a ver qué ciudad iba a ser la próxima en explotar.

Eligió no dormirse mirando las pantallas de alerta. Eligió vivir. Eligió seguir existiendo.

La gran operación del viernes no fue un simple “ataque aéreo”. Fue una señal. Un grito. Un límite.

Y fue también, para muchos, una sorpresa. Pero no para quienes siguen de cerca cómo trabaja la inteligencia israelí. No para quienes saben que cuando el Mossad se mete, no es para hacer show. Es para ganar.

Esto no es sólo por Israel. Es por todos. Por los que creen en la vida, en la libertad, en criar a los hijos sin miedo a sirenas. Por los que entienden que no se puede negociar con quienes te quieren borrar del mapa.

Por los que aprendieron que la historia no perdona a los que miran para otro lado mientras la serpiente echa veneno.

Que quede claro: Israel no quiere guerra. Pero mucho menos quiere desaparecer.

Y ante esa disyuntiva, guerra o extinción, la decisión es tan simple como inevitable.

Irán no deja opciones.

*Latinoamericano en Israel

**Las opiniones de los columnistas son de su exclusiva responsabilidad en ejercicio del derecho constitucional a la libre expresión sin censura previa y no necesariamente reflejan la línea editorial de SRSur News Agency

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