La política prefiere hablar de otros temas
Ecribe Diego Dillenberger*
Los argentinos desesperan por la inflación, pero la política prefiere hablar de otros temas.
Lo poco que sale del gobierno de agenda económica es si Sergio Massa logra hacer vender la cosecha remanente a los productores agropecuarios. La oposición no logra instalar el debate de qué tendría que hacer la Argentina para dejar atrás el flagelo de la permanente devaluación de la moneda.
¿Principal preocupación de los argentinos? La inflación se lleva el 56%, según la última encuesta de Synopsis. Para otro 30%, el mayor problema es la corrupción, pero todo lo demás, hasta la inseguridad, pasó a un segundo plano al lado del flagelo de una inflación que se acerca al 100% anual y ya es la más alta en más de 30 años.
La de Synopsis es una de las docenas de encuestas que contrata la política todos los meses para entender el “sentir” de la opinión pública.
¿Cómo llegaron los argentinos a que todos los debates políticos pasen exclusivamente por la vicepresidenta, el “lawfare”, sus causas judiciales, los desmanes, atentados o la autonomía de la ciudad de Buenos Aires?
La esquina de Juncal y Uruguay terminó convirtiéndose en un lugar clave para la política, y desde el inédito intento de magnicidio contra la mujer fuerte de la Argentina, más todavía: desde la oposición, en lugar de buscar su propio “setting” de agenda instalando y debatiendo qué tendría que hacer la Argentina para dejar atrás el flagelo de la permanente devaluación de la moneda y el empobrecimiento de los argentinos, se pelean entre ellos por si hay que poner vallas o sacarlas contra los manifestantes que enloquecen a los vecinos del tradicional barrio porteño de Recoleta.
Lo poco que sale del gobierno de agenda económica es si el nuevo ministro Sergio Massa logra hacer vender la cosecha remanente a los productores agropecuarios para que entren algunos dólares al Banco Central y no tener que devaluar el peso contra dólar “oficial”. El otro -el blue- viene ganando terreno sin preguntarle nada al gobierno.
Cuanto menos se hable de economía, mejor para el gobierno. Que el brutal ajuste fiscal (oficialmente: redistribución de partidas) y el tarifazo (redistribución de subsidios) se note lo menos posible. Y si hay inflación, en todo caso será culpa de los “formadores de precios”.
Con este panorama, que la oposición no hable de economía, ayuda mucho.
La oposición, sumergida en internas cada vez más violentas, trata de esquivarle al bulto y, como en 2015, prefiere no plantear ni debatir un plan económico.
En su libro Primer Tiempo, Mauricio Macri dio la principal explicación de por qué eligió el “gradualismo” y no aplicó un plan económico con reformas estructurales para eliminar la inflación y -de paso- garantizarse su reelección: “no tenía mandato”.
Con mandato no se refería el expresidente a la elección que lo llevó a la Presidencia, que le ganó a Daniel Scioli en el balotaje en buena ley y sin ninguna duda. La acepción de “mandato” en la jerga del marketing político apunta a describir el deseo de los votantes cuando emiten su voto y qué espera todo el electorado de una gestión determinada.
Quizás lo del “mandato” fue una sensación personal del expresidente, ya que Macri asumió con 70% de aprobación: incluso muchos de los votantes de Scioli se esperanzaron con Macri, aunque no lo hubiesen votado.
¿Pero por qué Macri sentía esa falta de mandato? Porque, por consejo de su asesor de estrategia electoral, el ecuatoriano Jaime Durán Barba, en elecciones “no hay que hablar de planes económicos”. De hecho, el ecuatoriano convenció a Macri de que su mandato era institucional, moral y político, y que si levantaba políticamente a la expresidenta con todas sus causas por presunta corrupción, bastaría para lograr la reelección.
Durán Barba nunca entendió que el verdadero mandato de Macri era resolver el desastre económico que heredó. Para eso lo votaron, aunque nunca hubiese debatido en campaña un plan económico.
El resto es historia: sin un plan de estabilización con reformas profundas para hacer a la economía argentina más competitiva, Macri no logró su reelección y volvió el kirchnerismo.
¿En qué se basaba Durán Barba para aconsejar tan mal a Macri? El ecuatoriano sostenía que “a nadie le interesa escuchar planes económicos”.
Javier Milei, que se está recuperando de un traspié en mayo por declaraciones poco meditadas, ya está orillando el 20% de intención de voto en todas las encuestas. Lo único que hace Milei es hablar de sus planes para la economía.
Por eso la oposición de Juntos por el Cambio está arriesgándose a que, si gana la elección el año que viene, después sienta esa “falta de mandato” para emprender reformas.
En la oposición apuestan a que el deterioro económico y la inflación sigan haciendo su trabajo, y que quien gane obtenga automáticamente un “cheque en blanco” para hacer reformas, como Carlos Menem después de la hiperinflación en 1989.
La economía viene implosionando en cámara lenta desde hace décadas, pero es poco probable que se repitan episodios tan traumáticos como los de las hiperinflaciones (1989 y 1990) y la caída de la convertibilidad 2001/2002.
Por eso lo peor que puede hacer la oposición de Juntos por el Cambio es escudarse en las cada vez más graves diferencias internas para no presentar ya mismo el plan económico que podría hacer que la Argentina deje de ser un país cada vez más pobre.
Lo más incomprensible es que los encuestadores de la oposición tienen los mismos datos: cerca del 70% de los argentinos emigraría si tuviera la oportunidad. El 80% tiene sentimientos negativos sobre el futuro del país y eso es porque no ven políticos aptos para resolver el grave problema económico: ni en el gobierno, ni en la oposición.
Los argentinos están pidiendo a gritos un plan económico para saber si vale la pena quedarse en el país.
Pero si no se debate ahora qué hay que hacer para resolver la crisis económica crónica argentina, si gana la oposición las presidenciales del año próximo, quien llegue al sillón de Rivadavia puede tener la misma sensación que Macri en 2015: no hay mandato para reformas profundas porque no se las debatió antes.
La oposición tiene un ejemplo de que, debatiendo, si tienen la razón pueden ganar todos los debates: durante la pandemia el jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, le torció el brazo al presidente Alberto Fernández que no quería que los alumnos pudieran volver a las aulas. Algo similar pasó con la vacuna de Pfizer, que el gobierno quería bloquear porque prefería “militar” por la rusa Sputnik. Se debatió profusamente en los medios, y el kirchnerismo tuvo que ceder.
La pandemia le demostró a la política que todo debate que se puede ganar en una mesa de café o en un set de televisión se gana en la opinión pública. Todo debate que se puede ganar, se gana si se lo da. Solo hay un secreto: dar el debate, instalar el tema y no esconderlo, como hizo el gobierno de Cambiemos.
De hecho, hoy las encuestas ya están mostrando que hay una clara mayoría de la opinión pública a favor de una reforma laboral, de terminar con los planes sociales, prohibir los piquetes y bajar el gasto público.
Sólo hace falta instalar el debate para que después no haya más dudas: quien gane el año que viene tendrá el mandato para hacer lo que tenga que hacer si lo debate antes.**
*Director de la Revista Imagen. Conductor de La Hora de Maquiavelo en Canal Metro
**Artículo publicado en TN Opinión