Escribe Ricardo Sarmiento*
Las largas noches del poeta Hamlet Lima Quintana tenían siempre un brillo especial, una luz inolvidable que endulzaba tristezas o cargaba el aire de una ternura fresca como amaneceres de otoño.
Hamlet Lima Quintana es un padre de la palabra. Un maestro que sintetizó el arte de la palabra diciendo, una de tantas madrugadas porteñas, a un joven lampiño, “si vas a escribir, hacelo para que te entienda tu vecina”.
Su voz cargada de poesía llenaba a pleno cada recinto de vida en libertad que permitían algunos rincones clandestinos que burlaban la censura de un gobierno militar ajeno a la sensibilidad de la palabra elevada de poetas como Hamlet que aún a la distancia del tiempo es capaz de quebrar los límites del tiempo y de la vida eternizando palabras que construyeron “Canciones para no morir”.
Uno de los reductos sólo frecuentado por conocidos, estaba en un primer piso por escalera, donde funcionaba “El Club del Plata”, en la cortada Carabelas, a metros del Obelisco, donde la censura de los tiempos duros no pudo impedir el sonido de la palabra con acordes de guitarra. Allí cantó Carlos Gardel en los años 30, detrás del hoy desaparecido Mercado del Plata. Allí vencieron la censura, autoritaria e inculta, las voces de Cantoral, Quinteto Tiempo, el Dúo Salteño, Jorge Rojas, el original, además del joven Jorge Marziali. También tuvieron un espacio en ese escenario Ariel Petrocelli y su esposa Isamara y el irrepetible contrapunto de cuento y poesía que compartían Hamlet Lima Quintana y su amigo/hermano de la vida, Armando Tejada Gómez.
Aquel hombre de palabra grave, profunda y serena transmitía la paz de la sabiduría consagrada en un permanente brindis de amor por la vida, la amistad, la libertad y el sueño del “pecho justo”, aquél que “no conoce el enemigo”.
En una olvidada galería comercial de calle Lavalle, al lado de SADAIC, de esas que no tienen parentesco con los modernos centros comerciales, a Hamlet lo esperaba, después de las 7 de la tarde, un vaso liso cargado de aroma a vino fresco en la barra de un bar de sólo tres banquetas altas y un mármol gris que daba señorío antiguo al mostrador de esos que la ciudad de Buenos Aires ha ido perdiendo como la arena de un reloj herido por el tiempo.
En esa barra gris, de mármol, añejo como el arte, Hamlet tenía una cita cotidiana con la vida que eran sus amigos, sus cómplices de la palabra elevada en la espiritualidad pagana cuyo único altar era la vida.
Y allí, comenzaban las noches memorables de anécdotas, canciones, poesías truncas por el olvido del papel donde escribía lo que su corazón pensaba y lo que su razón imponía al desafío invernal de la censura.
Eran pocos los espacios donde su voz de patriarca podía volar libre con el coro o contrapunto de otro arquitecto de la palabra, Armando Tejada Gómez, quien, en prosa o poesía, denunciaba ante el mundo que también, “a esta hora, exactamente, hay un niño en la calle”.
Además de ese Armando universal de niño en rebelión ante las miserias del hombre, también se sumaba la sensible guitarra de Agustín Gómez, un viejo Andariego de la vida, o del Chacho Echenique que armaba un fondo de armonías espontáneas acompañando a Hamlet, jugando, agudizando su voz hasta la cima de los sentimientos mientras Hamlet y Armando embriagaban oído y corazones con palabras que a veces conducían, incluso, hasta la emoción de una lágrima.
Aquél Hamlet no se ha ido porque dejó un testamento inigualable. Tejió su propia eternidad en “Zamba para no morir”, pero también dibujó con la palabra los ancestrales milagros de la arcilla y el agua en “El cuento de la Alfarera y el cántaro” y en la simple hilación de la palabra desbrozó los siete pecados capitales que acosan la pequeñez humana en todos los oficios ancestrales y también contemporáneos.
Hamlet fue un maestro de vida para muchos, hasta en la distancia que interpuso a algún amigo, casi hermano, porque no toleró la soberbia o el maltrato a un sencillo hombre de trabajo que sólo sabía servir con la humildad de un sabio.
En este año, ese hombre que hablaba en poesía y llenaba con su voz, gutural y armoniosa, todos los espacios nació hace 100 años y por un inusual improntus de la vida, habrá muchas voluntades motivadas y activas para celebrar el Centenario del Natalicio del Poeta Hamlet Lima Quintana lanzando desde la modernidad que no llegó a conocer de las nuevas “plataformas digitales” un justo homenaje este 15 de septiembre con “Canciones para no morir”.
La formalidad del anuncio dice que en este 2023 se cumple el centenario del natalicio de Hamlet Lima Quintana, uno de los poetas y escritores argentinos más importantes en Latinoamérica y el mundo.
Dice que es reconocido por obras como “Zamba para no morir”, “La amanecida”, “La cuatrereada”, “Canción para Carlos Alonso”, “Zamba del Duraznillo” y muchas más; además de su prolífica obra literaria con casi 40 libros; entre ellos la biografía de Osvaldo Pugliese o su historia de amistad con Armando Tejada Gómez (y un relato de una época del folklore) con el libro “Los Referentes”.
Numerosos artistas de notable trayectoria y artistas del nuevo cancionero fueron convocados a participar en “Canciones para no morir” con obras ya grabadas, algunas inéditas y otras especialmente registradas para esta oportunidad.
En “Canciones para no morir” participan Teresa Parodi junto al Coro de SADAIC y la dirección del maestro Damián Sánchez, uno de los mayores compositores, arregladores y directores de la historia musical argentina y referente de la música coral de latinoamérica y el mundo.
Participarán también Víctor Heredia, Dúo Coplanacu, León Gieco, Edith Rossetti y Popi Spatocco, Julio Lacarra, Peteco Carabajal, Mónica Abraham y Laura Albarracín junto a Martín Lima, aquel que siendo joven y en un cumpleaños trascendente, recibió un piano blanco de media cola, regalo de su padre, que lo miraba dormir con toda la ternura iluminando sus ojos, acompañado de un amigo.
Son pocas las oportunidades en que se suman tantos artistas para un homenaje en celebración del centenario del nacimiento de un hombre simple que nos legó su poesía como semillas para cultivar la sensibilidad y recordar su voz grave flotando entre las brisas urbanas, como si fuera la voz del viento con nombre y apellido de poeta talentoso y admirado por todos los que los conocimos y disfrutamos del saludo de su mano firme, e incluso de su abrazo.
Son muchos más artistas populares los que participan en este lanzamiento celebrando los 100 años de un maestro de la palabra.
Rally Barrionuevo, Gloria de la Vega y Josho González; Mery Murúa y Paola Bernal junto a Migue Rivaynera, Casiana Torres y Lucia Ceresani junto a Martin Castro, Orozco Barrientos.
También cederán interpretaciones grabadas en discos, en vivo y algunas inéditas personalidades como Litto Nebbia, Ricardo Mollo con “Mono” Izarrualde, Jaime Torres, la Orquesta Sinfónica de Mendoza, Marián Farías Gómez, Liliana Herrero, Lidia Barroso y Lucho González.
No podrían falta Gabriel Senanes y Nancy Ocampo, Susanna Moncayo con Oscar Alem, Enrique Llopis, Carlos, “el Negro” Bergesio, Miguel Ángel Toledo, José Ceña, Mario Díaz, entre otros.
El álbum doble y conceptual será estará en todas las plataformas digitales a través de Acqua Records.
El mismo se dará a conocimiento público en dos partes: el 15 de septiembre con motivo del centenario y antes de fin de año.
“Canciones para no morir” es una obra absolutamente sin fines de lucro.
El proyecto cuenta con el apoyo del programa de Mecenazgo Cultural de la Ciudad de Buenos Aires, este apoyo sumado al trabajo desinteresado del equipo de producción y los artistas; nos ha permitido llegar a esta instancia.
El equipo de trabajo está compuesto por Silvia Majul en Producción General y Dirección del Proyecto. José Ceña en Producción Artística y la asistencia en producción de Eduardo Fisicaro y el aval y acompañamiento de la familia del poeta Hamlet Lima Quintana.
Hamlet Lima Quintana nació el 15 de septiembre de 1923 en Morón, Provincia de Buenos Aires y aprendió a caminar en Saladillo. Desde niño accedió familiarmente a la cultura ya que sus padres le enseñaron piano, guitarra y le leyeron todos los clásicos.
Fue durante el boom de los años ’60 que la poesía se suma con una renovación profunda en el folklore.
Junto a poetas como Tejada Gómez, entre otros, logran cambiar esa realidad costumbrista y paisajista del clásico folclore y colocar la metáfora, la imagen con pensamiento y el realismo social en el canto.
Zambas como “La amanecida” y “Zamba para no morir” marca un antes y después en el repertorio argentino y latinoamericano.
Además de estas contribuciones en el campo de la canción popular, Hamlet escribió más de 30 libros de poemas, cuentos, realizó investigaciones sobre sus ancestros: los pueblos originarios en la provincia de Buenos Aires, escribió una biografía -la única al momento- de Osvaldo Pugliese.
Hamlet fue periodista y trabajó para medios como el Diario Clarín. El nombre de Hamlet Lima Quintana se asocia al mundo intelectual y artístico de Miguel Ángel Asturias, Rafael Alberti, Elvio Romero, Augusto Roa Bastos, Juan Gelman, pintores como Carlos Alonso, Carlos Terribili, Rodolfo Campodónico, Manuel Oliveira, el titiritero Javier Villafañe y los cantautores como Silvio Rodríguez, Serrat, Paco Ibáñez, entre otros que lo citan como un referente.
Su obra, como la de Borges, Sábato, Juarroz, es parte fundamental de la cultura argentina que se asoció a la canción popular.