Milan Kundera: la insoportable levedad de su partida

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Escribe Marcelo Pensa*

Milan Kundera: la insoportable levedad de su partida

En una ocasión, durante un evento literario en Francia, Milan Kundera fue invitado a dar una lectura de su obra y participar en una sesión de preguntas y respuestas con el público. Durante el evento, un estudiante le preguntó: “¿Cuál crees que es la función del escritor en la sociedad actual?”

Kundera, conocido por su agudeza y perspicacia, respondió de una manera muy interesante. En lugar de dar una respuesta directa, se levantó de su silla y caminó hacia una ventana que estaba cerca del escenario. Miró hacia afuera, hacia la bulliciosa calle llena de gente. Después de unos momentos de silencio, Kundera se volvió hacia el estudiante y dijo: “La función del escritor es mirar por esa ventana y luego regresar aquí y contarles a todos lo que ha visto”. Su respuesta encapsula la idea de que los escritores tienen la tarea de observar la sociedad, capturar sus complejidades y reflejarlas.

  • La insoportable levedad de su partida

El fallecido escritor checo nos dejó hace unos días, con 94 años, y fue un especialista en observar por la ventana y contarnos lo que vió. Escritor fundamental para comprender las luces y sombras que asolaron el siglo XX, dejó una obra reveladora que se internó en los dilemas existenciales de una época definida por la tensión entre los conflictos individuales y la ilusión de una transformación colectiva, conflictos que supo atrapar y complejizar en un corpus.

Fue el narrador de moda, el autor que hace unas cuatro décadas había que leer para estar a tono con las torsiones de época: la dictadura, el exilio, el escepticismo humanista, el individualismo irónico contra la prepotencia de un tiempo que instaba a las gestas colectivas. También el avance de la contracultura y el descubrimiento de la sexualidad como una nueva forma de comunicación íntima entre las personas.

Un libro prohibido en tu país significa infinitamente más que los millones de palabras que vomitan nuestras universidades.

Novelista, poeta y dramaturgo, Kundera había surgido de una familia ilustrada y económicamente prolífica de la entonces Checoslovaquia. En su idioma natal, el checo, escribió durante fines de los 60 y los primeros 70 las primeras de las 13 novelas que publicaría a lo largo de su vida, para muchos las mejores de su producción: El libro de los amores ridículos (1968), un compendio de relatos que terminó por considerarse como una novela; La vida está en otra parte (1972), donde se reinventa a sí mismo como escritor, o La despedida (1973), que planteó por ese entonces como una última novela y a la que quiso titular epílogo.

De esas primeras obras emerge ese humor, entre el absurdo y la ironía que se convirtió en su marca de autor y que le permitió hacer cohabitar en esas primeras obras una prosa de corte poético con el sarcasmo y una devoción por el canon socialista que con el tiempo se iría desarmando por sus disidencias con el régimen político de su país.

De hecho, ya en su primera novela, La broma (1967), ridiculiza al régimen comunista convirtiendo la historia en una sutil crítica a los totalitarismos y su falta de sentido del humor.

Ya para ese entonces la relación entre el Partido Comunista y el escritor llevaba años en permanente tensión, si bien en 1968 obtuvo el Premio de la Unión de Escritores Checoslovacos. Es que por el anclaje en sus desavenencias con el régimen, su obra fue coagulada como una narrativa política. Y aunque el propio Kundera insistía en desmarcarse de esta categoría, la etiqueta le trajo varios conflictos.

Como la gran mayoría de los jóvenes de su país, después de la Segunda Guerra Mundial se había afiliado al partido, aunque fue expulsado en 1950. En 1956 fue readmitido, pero en 1970, dos años después de que sus libros fueran censurados, sería expulsado de nuevo. Finalmente cinco años después hizo las valijas con su mujer, Vera, y se marchó a Francia. En 1981, incluso perdió la nacionalidad checa, que recuperaría recién en 2019.

La llegada a territorio francés no fue fácil pero generó las condiciones para el surgimiento de la obra que lo convertiría en el escritor checo más célebre después de Kafka.

  • La insoportable levedad

Fue en 1984, cuando publicó La insoportable levedad del ser, la novela insignia de su carrera en la que plantea un tópico afín a su generación: la tensión entre lo individual y lo colectivo, condensada en la historia de un médico que antes de la Primavera de Praga -el proceso de protesta masiva que se dió en Checoslovaquia en 1968 para morigerar los aspectos totalitarios y burocráticos que el régimen soviético tenía en este país- trata de ser feliz sin verse afectado por el entorno político e histórico, ni por el compromiso con las personas que le rodean.

“Si alguien me hubiera dicho de chico ´algún día verás tu nación desvanecerse del mundo´, lo habría considerado una tontería, algo que no podía concebir. Un hombre sabe que es mortal, pero da por sentado que su nación posee una especie de vida eterna”, dijo al autor Philip Roth en una entrevista para el New York Times en 1980, el año anterior a obtener la ciudadanía francesa.

El poeta francés Louis Aragon escribió lo que las tiranías del mundo han sabido siempre: “La literatura es un asunto importante para un país; es, a fin de cuentas, su semblante”. Y Kundera, tiempo después: “La novela no está amenazada por el agotamiento, sino por el estado ideológico del mundo contemporáneo. Nada hay más opuesto al espíritu de la novela, profundamente ligada al descubrimiento de la relatividad del mundo, que la mentalidad totalitaria, dedicada a la implantación de una verdad única”.

Decir que la relación de Kundera con su lugar de nacimiento era compleja sería un eufemismo. Regresó a República Checa en contadas ocasiones y de incógnito, incluso tras la caída de la Cortina de Hierro. Sus últimas obras, escritas en francés, nunca se tradujeron al checo.

La insoportable levedad del ser, que le ganó tantos elogios y fue llevada al cine en 1988, no se publicó en República Checa hasta 2006, 17 años después de la Revolución de Terciopelo, aunque estaba disponible en checo desde 1985 gracias a un compatriota que fundó una editorial en el exilio en Canadá.

El libro lideró la lista de ventas durante semanas, y al año siguiente Kundera recibió el Premio Estatal de Literatura.

La esposa de Kundera, Vera, era una compañera esencial para un hombre retraído que evitaba la tecnología. Fue su traductora, su secretaria social y en definitiva su protección frente al mundo exterior.

Fue ella quien fomentó su amistad con Roth sirviendo de intermediaria lingüística y, según un perfil de la pareja escrito en 1985, quien gestionaba las llamadas y demandas inevitables para un autor de éxito mundial.

La gente, en su mayoría, huye de sus penas hacia el futuro. Se imaginan, en el correr del tiempo, una línea más allá de la cual sus penas actuales dejarán de existir.

La obra de Kundera, cuya primera novela La broma, abre con un joven enviado a las minas tras hacer bromas sobre lemas comunistas, fue vetada en Checoslovaquia después de la invasión soviética de Praga en 1968, cuando Kundera perdió su empleo como profesor de cine. Escribía obras teatrales y novelas desde 1953.

  • Universo de ficción

Leer a Kundera es entrar al universo de una ficción que se entremezcla con el ensayo, que coquetea con la profundidad y la frivolidad al mismo tiempo, que seduce entre lo contradictorio y lo irresoluble, que se divierte entre la ironía de lo absurdo y la densidad de la vida, o que logra contener en un mismo espacio el amor, la política, la memoria y los grandes dilemas de la existencia, a veces cotidianos, otros inaprensibles. No por nada se ha dicho que Kundera es un filósofo que narra.

  • Kundera y Kafka

Publicada en su conjunto por la editorial Tusquets, la obra de Kundera se compone de libros que atravesaron a una generación y se ganaron el sello de bestseller, convirtiendo al autor checoslovaco en una de las voces más lúcidas de la literatura europea del último siglo y en el segundo autor más famoso de República Checa tras Franz Kafka, a pesar de su bajo perfil como escritor público y de haber clausurado hace varios años la edición de su obra ya que su última novela, La fiesta de la insignificancia, se publicó en el año 2014.

Desde 1975, Kundera vivía en Francia. Se había exiliado de su país cuando el régimen comunista le retiró la nacionalidad y recién se la devolvió en 2019, por lo que muchos de sus libros fueron escritos en francés, en un gesto de resistencia frente a lo que fue la prohibición a la que lo sometió la Checoslovaquia comunista al punto de que durante mucho tiempo rehusó de revisar las traducciones al checo, aunque al final de su vida cedió la tregua y donó su biblioteca a la ciudad de Brno, donde nació.

*Periodista argentino

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