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Escribe Mario R. Sanguina*

El problema de los conflictos entre diferentes pueblos en el Medio Oriente es un problema que ha persistido por siglos.

Hoy somos testigos de un paroxismo más.

A nuestro nivel, sólo podemos reflexionar para comprender y desear la paz. Lamentablemente, como ciudadanos, sólo tenemos el poder de actuar en  nuestro entorno.

No creo en soluciones rápidas y milagrosas, sin que las religiones dogmáticas hagan su “mea culpa”.

El conflicto fratricida que lo vivimos  en primer plano, ya sea a través de las redes sociales o a través de las agencias de noticias audiovisuales, vuelve a enfrentar a dos religiones monoteístas del linaje de Abraham.

La globalización del conflicto puede inquietarnos ya que nos hace conscientes de la fragilidad de la paz mundial.

En esta región del mundo y desde el comienzo de la historia, la rivalidad entre pueblos parece ser la regla. Está escrito en la Biblia, Génesis 25:23 correspondiente al segundo milenio antes de Cristo:

“Y Jehová dijo a Rebeca: Dos naciones hay en tu vientre, y dos pueblos se separarán fuera de tu vientre; y un pueblo será más fuerte que el otro pueblo, y el mayor estará sujeto al menor”.

Los dos hermanos gemelos, gracias a la interferencia de su madre Rebeca, desafiaron la ley tradicional de la primogenitura.

Así es como Jacob, haciendo trampa, tomó el derecho de su hermano gemelo.

Jacob se convirtió en el fundador del judaísmo y su hermano traicionado Esaú en el fundador del pueblo edomita.

Este es sólo uno de los conflictos mitológicos bíblicos; sin embargo, el relato bíblico nos hace comprender que la rivalidad fratricida es la fuente más violenta de todos los conflictos.

El conflicto actual puede considerarse como la extensión histórica de la rivalidad entre pueblos con el mismo origen genético.

Los palestinos y los israelíes, especialmente los sefardíes, son genéticamente el mismo pueblo, pero con religiones diferentes.

Hoy es triste constatar, una vez más, que en lugar de unir lo que está disperso, los líderes religiosos y políticos de ambos pueblos abrahámicos están sembrando una división violenta entre los hombres.

El problema radica en que cada pueblo se refugia en sus certezas de ser el único con derechos divinos, uno es el pueblo elegido y el otro el pueblo escogido para sembrar sus creencias con la convicción de ser el único camino hacia la salvación; verdad dictada directamente por su Dios todopoderoso.

Cada ser humano es hijo de la tierra y del mismo creador, lo demás es sólo materialismo creado por la ambición de someter  unos a otros, ya sea por un iluminado o por una clase política.

Nuestra matriz genética nos hace a todos hermanos y la superficialidad del afán de poder de todo tipo nos divide.

Creo en el género humano único como hijos de la tierra, el único planeta en el que podemos vivir sin ayuda artificial.

También creo en las espiritualidades que propugnan y practican el amor al prójimo, y no en las que luchan por dividirnos, por alejarnos del camino de la fraternidad entre los pueblos.

Creo en el laicismo donde todas las espiritualidades se practican y respetan libremente, sin que una se considere superior a la otra.

El principio humanista de “amar al prójimo” es la base del respeto, el altruismo, la compasión, la igualdad de oportunidades, la justicia social, la fraternidad y la solidaridad entre los pueblos.

Por otro lado, tenemos el sentimiento irracional de poder considerarnos superiores a nuestros pares.

La violencia de la exclusión por la fuerza, por creer o pensar diferente, es una consecuencia nefasta para los pueblos.

Tarde o temprano llegará el día en que la mayoría de los hombres y de los pueblos comiencen a pensar como especie.

Ese día, nos integraremos plenamente a la inmensidad del universo y “amar al prójimo” será la ley que regulará las relaciones entre los hombres.

El consenso de la convivencia pacífica entre los pueblos es la ley primera de lo que podemos llamar civilización.

*Filántropo, librepensador, humanista y científico argentino

Referencias:

Imagen de portada: La Reconciliación de Jacob y Esaú, pintura al óleo de la escuela italiana, con dimensiones de 229.9 cm x 328.9 cm. Data de mediados del Siglo XVIII. Se encuentra en The Walker Art Galery, William Brown Street, Liverpool, Merseyside L3 8EL England

https://saintebible.com/genesis/25-24.htm

https://www.pnas.org/doi/full/10.1073/pnas.100115997

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