“Una alerta peligrosa para la integración de cualquier sociedad democrática”
El prestigioso experto argentino en comunicación e imagen pública, Guillermo Saldomando, evalúa que con la globalización y las herramientas digitales de uso masivo han generado “virtuales guetos culturales” que pueden transformarse en “una alerta peligrosa para la integración de cualquier sociedad democrática”.
Escribe Guillermo Saldomando*
¿De la antigua comunicación de masas a los guetos culturales?
Muy probablemente, un joven de la Ciudad de Buenos Aires pueda tener mucho más en común con un par de la ciudad de San Francisco en Estados Unidos o de Melbourne en Australia, que con otro joven argentino que viva en la provincia de Formosa.
Cuando allá lejos en el tiempo, precisamente en 1968, el célebre Andy Warhol afirmó que en el futuro todos los seres humanos tendríamos derecho a 15 minutos de fama, sin duda, se anticipó a una era donde la exposición y la cultura del espectáculo dejarían atrás aquel apotegma de la modernidad que fue la defensa del espacio privado.
Es sabido que en los tiempos que corren el espacio público y el ámbito de la vida privada se confunden en forma permanente y sus fronteras son difusas y porosas.
En los años en que Warhol popularizó ese pensamiento, brillaba con todo su esplendor la comunicación de masas y el concepto de aldea global definido por su contemporáneo, el entonces gurú de las comunicaciones, Marshall McLuhan.
Al mismo tiempo, se destacaban en el firmamento mediático grandes celebridades del mundo del espectáculo, la música, el arte, el deporte e incluso de la política. Ocupaban las primeras planas de los medios gráficos y monopolizaban las apariciones en radio, cine y televisión.
Por ejemplo, las estrellas de Hollywood eran casi inalcanzables pero marcaban tendencias. Los eternos Beatles incluso llegaron a definirse como más famosos que Jesucristo.
Si bien las celebridades mundiales siguen existiendo, me dirán Lionel Messi, Michael Jordan, Bono, etc, ellas conviven con un número exorbitante de estrellas de nicho o de segmento, que en principio son más celebridades de comunidades o de tribus.
Ahora bien, esas comunidades o tribus no necesariamente están agrupadas por proximidad geográfica, ni por condición económico social.
Es más, me atrevería a decir que, si bien el rango etario es un condicionante muy fuerte, no es del todo excluyente.
Este escenario es producto de un proceso que comenzó con el desarrollo de internet y se potenció con el reinado de las redes sociales, donde los medios tradicionales con la lógica de la comunicación de masas comenzaron a perder su posición de privilegio en favor del universo social media.
Es por ese motivo que, muy probablemente, un joven de la Ciudad de Buenos Aires pueda tener mucho más en común con un par de la ciudad de San Francisco en Estados Unidos o de Melbourne en Australia, que con otro joven argentino que viva en la provincia de Formosa.
Esto se debe al avance de la tecnología y a la mentada globalización.
Siempre existieron comunidades, esto es previo a la vida digital, sin embargo los nuevos medios potenciaron de manera exponencial las posibilidades de interacción humana con todo lo positivo que esto significa, ya sea en materia de educación y expresión, pero también con todo lo disfuncional posible.
A partir de las nuevas plataformas las personas comenzaron a explorar la posibilidad de comunicarse en forma más directa y surgieron los productores de contenidos que, a su vez, pudieron compartirse y, en muchos casos, viralizarse.
Los patrones de consumo de información cambiaron, los medios tradicionales dejaron de ser los únicos que la brindaban y esas nuevas plataformas permitieron que muchos seres anónimos de un día para otro se transformaran en auténticas figuras seguidas por miles y hasta millones de personas de los lugares más alejados, pero con la paradoja de que quizás el vecino no supiera de su existencia.
Estos hechos pueden verse como burbujas o microclimas dentro del universo humano, alimentadas por la lógica de los algoritmos cada vez más perfeccionados que nos conectan con seres o temas compatibles con nuestros gustos o pensamientos.
Sin pretender ser apocalíptico, es factible sostener que esta segmentación en los niveles de conocimiento puede ser, a largo plazo, eventualmente riesgosa para la convivencia de una sociedad, dado que la segmentación extrema podría llevarnos a la total fragmentación, lo que haría que, al no compartir conceptos y pautas básicas de vida, esos virtuales guetos culturales se transformasen en una alerta peligrosa para la integración de cualquier sociedad democrática.
*Periodista argentino. Licenciado en Comunicación Social. Especialista en Comunicación e Imagen Pública. Artículo publicado en Perfil
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