La industria automotriz está en la primera línea en transición a la neutralidad de carbono

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La industria automotriz se posiciona en primera línea de la transición hacia la neutralidad en carbono.

La industria automotriz se posiciona en la primera línea de la transición a la neutralidad de carbono, según informó Coface.

Renault anunció recientemente que está creando dos subsidiarias separadas para fabricar sus negocios de vehículos eléctricos (VE) y vehículos de combustión tradicionales para poder financiar la inversión necesaria para acelerar su desarrollo de autos eléctricos.

El fabricante se enfrenta a los mismos desafíos que la gran mayoría de los actores de la industria (no solo otros fabricantes de automóviles, sino también proveedores y distribuidores de equipos): la reciente caída de las ventas, la volatilidad del mercado, las sombrías perspectivas económicas y las estrictas normas medioambientales.

En este contexto, la movilidad baja en carbono (eléctrica, híbrida e hidrógeno) es un área fundamental de desarrollo para las próximas décadas.

 

La batalla por el liderazgo y la innovación en metales y tecnologías se está librando, y las partes interesadas globales se han embarcado en una feroz competencia. El acceso a los metales y las cadenas de suministro será, por supuesto, vital, al igual que la capacidad de inversión y el acceso a las habilidades buscadas.

  • La movilidad baja en carbono es ahora un gran desafío global

La electrificación de vehículos se ha convertido en una competencia global. Los jugadores de todos los ámbitos (economías avanzadas y emergentes, países mineros, etc.) se están preparando para asegurarse de no perder el barco que es la movilidad baja en carbono.

China ya ha dejado su huella como actor clave en la producción de baterías: cuenta con el 60% de la capacidad de refinación de litio del mundo, el 77% de la producción mundial de celdas de batería y el 60% de la fabricación mundial de componentes de batería.

La descarbonización también ocupa un lugar destacado en la agenda política de los países de la OCDE. Además de las preocupaciones ambientales, los desafíos económicos (creación de empleo y reindustrialización) y la soberanía industrial son factores importantes.

Subvencionar la compra de automóviles es una de las herramientas empleadas habitualmente por los gobiernos para apoyar el negocio y aumentar el consumo.

Las autoridades chinas y estadounidenses introdujeron recientemente subsidios para que los hogares compren vehículos eléctricos. Estos dos países pueden confiar en sus vastos mercados internos para desarrollar la industria.

En Francia, el gobierno está considerando el “arrendamiento social” para ayudar a los hogares más pobres a comprar vehículos eléctricos además de bonos de conversión. Sin embargo, bien podemos preguntarnos cómo estas medidas serán sostenibles dadas las perspectivas económicas pesimistas en todo el mundo y la creciente inflación.

Los principales actores de la industria automotriz también están trabajando en la integración vertical de las cadenas de valor. Varios fabricantes de vehículos y equipos han anunciado empresas conjuntas para baterías de iones de litio e hidrógeno.

El desafío es controlar el suministro y los costos en cada etapa del proceso industrial (materias primas, baterías, motores y vehículos). La expansión de este mercado debería ayudar a que surjan nuevas oportunidades para todos los actores de la cadena productiva.

Sin embargo, la presión estructural sobre los fabricantes de equipos y los concesionarios de automóviles sigue ahí y la tendencia va en aumento.

  • Producción y consumo ante riesgos significativos

El principal riesgo a corto plazo está vinculado a la disponibilidad de los recursos necesarios para la fabricación de vehículos y baterías. Este se basa en materias primas muy específicas (litio, cobre, níquel, hidrógeno, etc.), mientras que el cambio masivo y rápido a vehículos bajos en carbono está generando una fuerte presión sobre la producción y el suministro.

Es probable que esta tendencia continúe en el mediano y largo plazo dados los requisitos para el almacenamiento de energía.

A corto plazo, también existe un riesgo importante de que los fabricantes y proveedores de equipos europeos dependan de determinados países y actores.

Este es particularmente el caso en Europa, donde la prohibición de vender vehículos de combustión tradicionales de 2035 depende de proyectos de reindustrialización inmaduros (minería y gigafábricas) y aumenta la vulnerabilidad a las crisis en la cadena de suministro (escasez logística, bloqueos marítimos, etc.)

Finalmente, las sombrías perspectivas económicas tendrán un cierto impacto negativo en el sector. Las ventas de vehículos están muy relacionadas con la salud de una economía, y Coface pronostica una desaceleración del crecimiento del PBI mundial al 1,9% en 2023 (2,8% en 2022).

La confianza de los hogares es baja y es probable que el aumento en el costo de los préstamos tenga un impacto en la demanda.

El precio de los vehículos de bajas emisiones se mantendrá elevado a medio plazo en un contexto en el que el coste de la energía afecta a toda la cadena de valor (costes de producción, coste de operación de los concesionarios, etc.). La falta de redes de carga en la actualidad también está desanimando a los compradores.

Queda por ver si una parte del modelo económico podría basarse en nuevas e innovadoras soluciones de movilidad, como el alquiler a largo plazo, el uso compartido de automóviles eléctricos o un servicio de suscripción.

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