Más de 600.000 brasileños renunciaron a sus trabajos en un mes
Más de 600.000 brasileños renunciaron a sus trabajos estables en sólo un mes a pesar que en Brasil el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) registra 12 millones de desempleados en el país.
Suena contradictorio: hay desempleo, pero la gente está dejando su trabajo. Y este no es un movimiento aislado. Es sólo que Brasil viene experimentando el fenómeno de “the great resignation”, expandiéndose en gran parte del planeta.
De casi 12 millones de desempleados en el país, un tercio de los despidos ha sido voluntario, es decir que las personas “pidieron la factura”, o liquidación, según una encuesta de LCA Consultores.
En traducción libre, el término “the great resignation” significa “gran renuncia”. En la práctica, refleja lo siguiente: las personas insatisfechas no sólo con su trabajo, sino con la forma de vida que llevan, deciden pedir la cuenta.
“La gente está encontrando en dejar sus trabajos y probar nuevas experiencias una forma de buscar satisfacción y felicidad”, destaca el ejecutivo Márcio Monson, fundador y director general de Selecty, una empresa de tecnología para reclutamiento y selección en Curitiba.
Con 15 años de estrecho contacto con el área de RRHH, Monson evalúa que el fenómeno trae desafíos a las organizaciones y, en particular, a los sectores de reclutamiento y selección.
“Los datos, las noticias recientes y la experiencia práctica muestran que ‘la gran renuncia’, una ola vista en Estados Unidos, Europa, China e India, también es una realidad en Brasil, no sólo ofrece atractivos desde el punto de vista de la empleabilidad, sino la satisfacción que proporcionan al profesional”, consideró Márcio Monson.
Las expresiones “gran renuncia” y “gran reorganización” (“gran estampida” y “gran resignación”) son otras formas de nombrar la ola. Todos también muestran lo que hay detrás de este movimiento, observa el CEO de Selecty.
“Es una migración de personas, de sus trabajos, que muchas veces son bien remunerados y relativamente estables, a otros fines. Personas que consideran que ciertas actividades traen menos dinero y estatus, pero generan más felicidad, por ejemplo”, explicó el ejecutivo.
Este comportamiento, según Monson, es bastante pronunciado después de la pandemia de Covid-19. La crisis sanitaria obligó a un cambio de hábitos, trajo incertidumbres y temores y animó a la reflexión. En el camino se tomaron decisiones de ruptura, de cambio de estilos de vida.
“Recientemente, se informó que, en Estados Unidos, en apenas dos meses, 8,5 millones de personas renunciaron, sin tener otra vacante en perspectiva. Y, aquí en Brasil, la constatación de la LCA, que, de los 1,8 millones de despidos registrados en sólo un mes, más de 600.000 (o el 33%) fueron renuncias voluntarias. Son datos que deben observarse y monitorearse cuidadosamente”, subrayó el ejecutivo de Selecty.
Al fin y al cabo, prosigue, además de sumar a las estadísticas de paro, “la gran dimisión” suele afectar sobre todo a puestos clave, vacantes que exigen calificación profesional y otros atributos muchas veces difíciles de encontrar en el mercado laboral. “Los efectos internos, en las organizaciones, y externos -en la coyuntura económica- deben medirse, y seguramente son significativos”, explicó Monson.
Revertir el fenómeno pasa por combatir las culturas tóxicas en las empresas, el exceso de presión, la inseguridad y la falta de reconocimiento profesional. Suelen ser motivos como éstos -y menos los vinculados al salario, por ejemplo- los que motivan las “dimisiones”, lo que es decir, motivaciones psicológicas y conductuales, por encima de las vinculadas a factores materiales.
“Las organizaciones, en general, y los profesionales de reclutamiento y selección, en particular, deben ser conscientes de esto”, advirtió el especialista.
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