09/05/2024
ArgentinaFinanzasOpinión

Intentar una pausa o arriesgarse a un deterioro mayor

Escriben Jorge Vasconcelos y Maximiliano Gutiérrez*

Se espera un impacto asimétrico del desenlace con el FMI y frente a los desequilibrios económicos el gobierno deberá intentar una pausa o arriesgarse a un deterioro mayor.

El año pasado no hubo sequía, los precios internacionales para la agroindustria fueron récord, el superávit comercial alcanzó a US$ 12.000 millones, pero el Banco Central sólo pudo acumular reservas por 5.000 millones.

Y esto por el fuerte aumento del endeudamiento del gobierno con los organismos internacionales (en 2022 se obtuvieron préstamos netos por US$ 8.200 millones con FMI, BID, Banco Mundial, CAF) y de los importadores con sus proveedores y/o casas matrices, por una cifra estimada también superior a los US$ 8.000 millones.

Se ensayan argumentos, se aplican medidas puntuales, se intensifican las restricciones al comercio, se desvían importaciones de otros países proveedores a favor de China, pero la dinámica del sector externo no se habrá de alterar en esencia por esos factores.

Esto ha sido alertado en diversos informes de Ieral, caso de la editorial del 21 de abril de 2022 (el año pasado), bajo el título “El exceso de gasto complica el objetivo de acumular reservas (pese a la mejora de términos de intercambio)”.

En el plano contable, la cuenta corriente positiva surge de exportaciones de bienes y servicios que superen a las importaciones.

Pero, en términos económicos, ese superávit depende de que los ahorros totales domésticos se ubiquen por encima de la tasa de inversión.

Aunque por “contabilidad creativa” se comunique un déficit fiscal dentro de las metas, si hay exceso de gasto público, menor ahorro y atraso cambiario, las consecuencias macroeconómicas no podrán evitarse.

La pérdida de competitividad va mucho más allá del problema de la merma de exportaciones agroindustriales por la menor cosecha.

En junio, las exportaciones de Manufacturas de Origen Industrial sufrieron una caída de 32,1% interanual por lo que para el primer semestre esta variable registra un descenso de 10,8% en relación a igual período de 2022.

Por su parte, las importaciones por fuera de energía e insumos de la industria aceitera se acercaron a los US$ 5.300 millones, en un nivel que sólo temporalmente puede sostenerse por los mecanismos previstos en el swap acordado con China.

Así, no extraña que la merma en las reservas brutas del Banco Central haya sido de US$ 16.700 millones de dólares entre fin de diciembre de 2022 y fin de junio de este año, pasando de US$ 44.600 a 27.900 millones.

El drenaje se explica tanto por el saldo negativo de las operaciones del BCRA en el mercado oficial de cambios, como por pagos que excedieron largamente los desembolsos obtenidos de organismos internacionales, pero también por la constante intervención del gobierno en la punta vendedora del “dólar
libre”, que habría insumido US$ 1.100 millones en seis meses, a un ritmo cercano a los US$ 200 millones/mes, que apunta a duplicarse en el transcurso de julio.

Bajo el supuesto de un acuerdo con objetivos de corto plazo, aun así el sendero a recorrer dista de ser un lecho de rosas.

El signo negativo de las ventas netas del BCRA, en próximos meses no podrá ser evitado, siendo que un eventual “Soja IV” podría apenas modificar la estacionalidad de esa dinámica.

Al respecto, se estima que el stock
en silobolsas podría alcanzar al equivalente a US$ 5.000 millones, por lo que, teniendo en cuenta las últimas experiencias, el central podría eventualmente capturar entre US$ 1.500 y 2.000 millones por la reedición de un tipo de cambio especial para soja y derivados, al costo de “secar” los ingresos de meses subsiguientes.

La trayectoria descendente de las reservas del Banco Central de cara a fin de año puede encontrar una pausa, en caso que ocurra este escenario, pero la tendencia no se interrumpirá.

El encarecimiento de los precios de productos importados en el mercado doméstico parece responder más al “cepo” cada vez más restrictivo.

Desde diciembre de 2021, el precio de los productos importados aumentó 227% hasta junio de 2023, mientras que el tipo de cambio oficial lo hizo un 144% y el CCL un 135,1%.

El tipo de cambio implícito de los productos importados sería entonces de $ 320, una brecha de 20,3 % sobre el tipo de cambio oficial.

Este dato es muy relevante, en caso que se confirme que una de las medidas en ciernes es la generalización del Impuesto País a una gama amplia de productos de importación.

Aún cuando un eventual acuerdo con el FMI contenga instrumentos que permitan recortar parcialmente el déficit fiscal, hay que tener en cuenta que, en cierto modo, las turbinas de la expansión monetaria se han “independizado”.

Considerando los distintos vectores que explican la variación de la Base Monetaria, al 14 de julio de 2022 se registraba una expansión bruta de 75,4% respecto al nivel de fin de diciembre de 2021. Pero para igual fecha de 2023, esa expansión acumula un 167% (antes de esterilización) respecto de fin de 2022.

*Economistas del IERAL, Fundación Mediterránea 

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