10/05/2024
ArgentinaOpinión

La vida política de Patricia Bullrich

Texto de Damián Nabot*

La vida política de Patricia Bullrich se extiende desde el universo de Montoneros hasta el presente, aprisionada entre dicotomías de hierro: de “Perón o muerte” a “el cambio o nada”. Protagonizó una transformación alucinante que la llevó del guerrillero Rodolfo Galimberti al empresario Mauricio Macri. Pero el secreto oculto de su existencia no son los cambios, sino aquello que permaneció invariante a lo largo de medio siglo de actividad política. El apellido Bullrich proviene de August Wilhelm Adolf Bullrich, un alemán nacido en Teupitz que fue tomado prisionero en la Guerra de Brasil, a principios del siglo XIX, y terminó por montar un almacén de productos importados en Buenos Aires. Su hijo, Rodolfo José Marcos Bullrich Rejas, fue el bisabuelo paterno de la candidata. La otra rama de la familia aporta la estirpe patricia. Honorio Pueyrredón, ministro de Hipólito Yrigoyen, fue su bisabuelo materno. Era un descendiente de Juan Martín de Pueyrredón, director supremo de las Provincias Unidas. Patricia Bullrich Luro Pueyrredón nació el 11 de junio de 1956, pasó sus primeros años en el campo Granja Grande, de Los Toldos, y cursó en el colegio Bayard, en Palermo Chico. Compartía sus horas de la infancia con su hermana Julieta y sus primos, entre quienes aparecían Fabiana Cantilo y César “Banana” Pueyrredón, todavía lejos de las carreras musicales que definirían sus vidas. El sosiego familiar se quebró en el verano de 1959 cuando el avión en que viajaban tíos y primos de Patricia Bullrich se desplomó sobre las olas del mar antes de aterrizar en Mar del Plata. El único sobreviviente fue el ingeniero Roberto Servente, que llegó nadando a la orilla con dos costillas rotas y golpes en todo el cuerpo. Todo el resto de la tripulación murió desnucada cuando el ala golpeó contra el mar.

Los padres, Alejandro Bullrich y Julieta Estela Luro Pueyrredón, se separaron en la década del 70. La madre comenzó a trabajar en una agencia de publicidad donde conoció a Diego Muñiz Barreto, que había pasado del antiperonismo más virulento a financiar a los grupos guerrilleros que comenzaban a acercarse a Juan Domingo Perón en el exilio.

Los herederos de las familias de clase alta aparecían cada vez con mayor frecuencia entre la política violenta de los 70. Los trabajos de reconstrucción histórica, como el libro Galimberti, de Marcelo Larraquy, identifican a Muñiz Barreto como el personaje que terminó por entrelazar la suerte de Bullrich con la agrupación Montoneros.

Muñiz Barreto le presentó a un veinteañero Galimberti a la madre de Patricia. Y el joven, que ya desplegaba acciones guerrilleras en la agrupación JAEN, clavó la vista sobre Julieta Bullrich, la hermana de Patricia que todavía era una estudiante secundaria del Bayard. A pesar de la diferencia de edad, Galimberti y Julieta se volvieron novios. Y las hermanas comenzaron a merodear las acciones clandestinas de JAEN, que en 1970 confluiría con Montoneros, de Mario Firmenich.

Galimberti fue recibido por Perón en su exilio en Madrid, comenzó una carrera ascendente en la rama más violenta de la Juventud Peronista y llegó a viajar a Libia junto a Muñiz Barreto para entrevistarse con el coronel Muammar Khadafi y negociar la entrega de armas. Con la elección de Héctor Cámpora, en 1973, Galimberti llamó a armar “milicias populares peronistas”. Para Perón, aquella fue la gota que colmó el vaso y lo echó como delegado juvenil. El uso de las guerrillas urbanas había servido para desestabilizar la política argentina hasta garantizar su regreso. Pero Perón no quería una revolución socialista. La ruptura terminó por alcanzar a Montoneros en su conjunto. Galimberti se refugió en el campo de Los Toldos de los Bullrich, donde realizó prácticas de tiro con los otros miembros del grupo. Allí se enteró de la muerte de Perón. El enfrentamiento con la derecha peronista se profundizó con asesinatos y atentados, y se financiaba con secuestros extorsivos. Galimberti quedó al frente de la Columna Norte de la agrupación, donde los exmontoneros consultados por LA NACION ubican a Patricia Bullrich, aunque la candidata lo niega. “Juventud Peronista”, responde cuando se le pregunta por su paso por Montoneros.

“En los 70 muchos pensamos que la forma de cambiar el mundo era a través de la violencia. Y fue un error. Hay dos tipos de personas. Los nostálgicos, que se quedan reivindicando ese pasado. Y los inteligentes, como hizo el Pepe Mujica en Uruguay, que a pesar de su pasado no quiso impulsar una venganza contra las Fuerzas Armadas. En los setenta yo llegué a pensar que todo iba a cambiar, que se iba a moldear el ‘hombre nuevo’. Y me di cuenta que estaba equivocada”, dice a LA NACION.

Patricia Bullrich militaba en una unidad básica del barrio del Abasto, en Guardia Vieja y Gallo, que encabezaba Mauricio Zarzuelo, alias “el Vívora”. “Era flor de montonera”, declararía Zarzuelo años después a la revista Noticias. “Nos prestó su campo de Totó, su abuela, para hacer instrucción militar y prácticas de tiro –reconstruiría “el Vívora” en aquella entrevista-. Patricia disparaba bien. Calzaba calibre 22 y 32. Me acuerdo que un día la quisieron secuestrar en el subte y volvió a la Unidad Básica muy cagada, pero se la bancó, otro se borraba. Ella era muy combativa,iba al frente”. En la Unidad Básica del Abasto, la joven conoció a Juan Manuel “Cacho” Puebla, su primer novio, que terminaría secuestrado y desaparecido por la dictadura. Bullrich fue detenida antes del golpe, en 1974, cuando fue sorprendida mientras hacía pintadas en Filosofía y Letras. Fue finalmente llevada a la cárcel de Devoto. Dejó la prisión en diciembre, en las liberaciones previas a Navidad. Pero Bullrich había sentido, por primera vez en su vida, el rigor de la represión en carne propia. Nada sería igual. La guerrilla comenzaba a aparecer cercada. Bullrich se anotó en la Universidad de Belgrano y trabajó en Chéburger, una cadena pionera en comida rápida que emulaba a McDonald’s, mucho antes de que la multinacional norteamericana llegara a la Argentina.

Fueron enviados a la muerte. En febrero de 1979, el grupo que lideraba Galimberti y que integraban Langieri, Julieta y Patricia Bullrich, terminó por anunciar su ruptura con la conducción de Montoneros. El documento lo firmaron Galimberti y el poeta Juan Gelman. Firmenich les dictó una condena a muerte. Nunca se cumplió. Bullrich regresó clandestinamente a la Argentina tras la Guerra de Malvinas, pero fue detenida y apresada por el Batallón 601. Los contactos familiares y los pedidos de los organismos de derechos humanos, entre quienes se destacó la abogada Alicia Oliveira, lograron liberarla. Había salvado su vida por poco.

Finalmente, con el regreso de la democracia, Bullrich retornó al país, todavía como parte del grupo que se referenciaba en Galimberti, pero dentro de la estructura de la Juventud Peronista porteña. Por entonces, participó de la fundación del Centro de Estudios para la Democracia Argentina (Cenda). El 24 de agosto de 1983, mientras viajaba por Seine et Marne, en las afueras de París, el auto que manejaba Galimberti chocó con una camioneta. El conductor solo sufrió heridas. Pero Julieta Bullrich, que viajaba en el asiento del acompañante, murió aplastada. Patricia había perdido a su hermana, de apenas 28 años. Viajó a París para encargarse del traslado de los restos. Durante dos décadas, la muerte la había envuelto como una acompañante cotidiana.

  • El día que interrumpió a Raúl Alfonsín con un megáfono

Como referente de la JP, Patricia Bullrich fue una frenética opositora al gobierno de Raúl Alfonsín. Galimberti había regresado a la Argentina. Y el grupo conformó la Juventud Peronista Unificada (JUP). “En los 80, Patricia integraba la mesa de juventud del Peronismo Revolucionario que se había integrado a Intransigencia y Movilización de Vicente Leónidas Saadi”, rememora Gabriel Fuks, quien por entonces representaba al brazo universitario de la JP. La juventud reunía a gran parte de los montoneros que se habían volcado a la clandestinidad en la década del setenta. En 1984, Bullrich fue oradora junto a Dante Gullo, que había recuperado la libertad poco tiempo atrás, ante miles de simpatizantes de la JP en un acto en el Luna Park. Fue su primer acto masivo. En 1985, frente a las amenazas de levantamientos militares, el gobierno de Alfonsín llamó a una marcha “En defensa de la democracia” en la Plaza de Mayo. Fue una convocatoria multitudinaria. En Diario de una temporada en el quinto piso, Juan Carlos Torre cuenta los recuerdos de Alfonsín sobre el discurso del 26 de abril. “Fue un momento muy desagradable. Yo estaba muy nervioso, sabía que iba a decir cosas muy terribles, muy distintas de las que la gente deseaba escuchar, pero consideraba que era necesario decirlas”, rememoró Alfonsín, frente a los problemas económicos que comenzaban a agravarse. Fue entonces cuando, en la plaza, un grupo de la Juventud Peronista había montado un acto para replicar sus palabras.

Con un megáfono, Bullrich gritaba a viva voz para responderle al entonces presidente. “Yo necesitaba contar con toda mi capacidad de concentración –recordó Alfonsín-, con toda serenidad para poder medir cada gesto, pesar cada palabra. Pero las cosas no se dieron de ese modo. Un grupo de la Juventud Peronista dirigido por Patricia Bullrich, según supe después, logró abrirse camino en medio de la multitud para situarse con un camión y un megáfono a muy poca distancia de donde yo estaba. No me dejaron hablar en paz”. “Yo lo organicé, pero un presidente no puede descolocarse por un acto”, respondería tiempo después Bullrich en diálogo con LA NACION.

Si bien mantenía su discurso aguerrido e inflexible, Bullrich se acercó a la renovación peronista que lideraba Antonio Cafiero y que buscaba una evolución del peronismo hacia una postura democrática. Pero la renovación fue vencida en la interna por el sector liderado por Carlos Menem. La derrota no la alejó definitivamente del peronismo, aunque Bullrich ya avanzaba por un camino propio. En 1993 fue electa como diputada nacional por la ciudad de Buenos Aires, en una nómina encabezada por el menemista Erman González. Terminaría por romper para sumarse a Nueva Dirigencia, de Gustavo Beliz. En 1997, finalmente, fundó su propio partido, Unión con Todos. En la diáspora que se abrió con el fin del menemismo, Bullrich fue convocada por Juan José Álvarez, el primer intendente de Hurlingham (actual operador de Sergio Massa), a trabajar en el área de Seguridad. Fue el lugar donde comenzó a identificar su protagonismo político con la lucha contra el delito y que la llevaría con el tiempo a protagonizar feroces enfrentamientos con el kirchnerismo, con epicentro en la muerte de Santiago Maldonado. Dejó el municipio para colaborar con León Arslanian en el Ministerio de Seguridad de la provincia de Buenos Aires. La década del noventa también enmarcó su encuentro con el abogado Guillermo Yanco, su actual esposo, en un estudio de radio.

Salto político Con el cambio de siglo, finalmente, recibió el llamado que terminaría de sellar su salto. Enrique Olivera, el histórico radical de la ciudad de Buenos Aires que la había conocido en sus disputas porteñas, la convocó a trabajar con el nuevo gobierno nacional que diseñaba Fernando de la Rúa. Primero ingresó como secretaria de Políticas Criminales y Asuntos Penitenciarios, pero rápidamente ganó respaldo en el entorno presidencial y terminó por ser designada ministra de Trabajo. La audiencia masiva terminaría por conocerla cuando se enfrentó, en vivo y en directo, con Hugo Moyano en el programa Hora Clave. “¿Por qué te hacés la valiente?” comenzó por recriminarle Moyano. “Yo me enfrenté a la mafia. No sé dónde estabas vos. Así que no te pongas en agresivo”, le contestó Bullrich. “Yo no me fui del país”, retrucó el camionero. La ministra no retrocedió. “No te fuiste porque te habrá protegido la dictadura. El resto nos tuvimos que ir. Los sindicalistas lo único que hacen hace años es llenarse los bolsillos con la plata de la gente. No jodas”. “¿Qué te hacés la Virgen de Luján?”, la acicateó el sindicalista. “No soy ninguna virgen, pero tampoco robé nunca”, insistió Bullrich. El rating ascendía por las nubes.

En 2003, la exministra compitió contra Mauricio Macri y Aníbal Ibarra por la jefatura porteña. Perdió. No imaginaba entonces que, más de una década después, terminaría por ser ministra de uno de aquellos adversarios.Cada vez más lejos del peronismo, Bullrich levantaba las banderas tradicionales del liberalismo. Forjó una alianza con Ricardo López Murphy y, entre 2003 y 2011, compartió con Elisa Carrió la Coalición Cívica. El sendero llevaría inevitablemente a Macri.“En aquel momento, no supimos unirnos. Ricardo López Murphy y yo habíamos mantenido varias conversaciones previas con él, pero en esa época Mauricio era más partidario de algún tipo de convergencia con el peronismo, mientras que Ricardo y yo manteníamos una posición crítica hacia el partido que nos había desalojado del gobierno, tras el golpe cívico del 20 de diciembre de 2001”, recordaría en su libro Guerra sin cuartel.

El enfrentamiento electoral con el kirchnerismo y su rechazo a los sindicatos terminó por empujar a la confluencia. Después de vencer a Daniel Scioli, Macri la convocó para conversar.

Tengo una buena noticia y una mala para vos. ¿Por cuál querés que empiece?

-Por la mala -respondió Bullrich.

-La mala es que no vas a poder ser presidente del bloque de Cambiemos en el Congreso- Era una promesa previa a la campaña.

-La buena -siguió Macri- no sé si es tan buena. Quiero proponerte que seas ministra de Seguridad. La última Patricia Bullrich terminaba por delinearse.

*Periodista del diario La Nación. Las columnas de opinión no necesariamente reflejan la línea editorial de SRSur News Agency 

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