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Ualá comenzó como la historia perfecta del emprendedor moderno: un joven brillante que volvía al país para demostrar el talento argentino que podía competir con el mundo.

Escribe Eduardo Reina*

Pierpaolo Barbieri, educado en Harvard, con contactos en Wall Street y un discurso impecable sobre inclusión y modernidad, encarnó el sueño fintech nacional.

Su narrativa era irresistible: tecnología, meritocracia y libertad financiera para todos.

Durante años, Ualá fue el símbolo de que sí se podía. Que la innovación podía brotar desde Buenos Aires y expandirse a la región sin pedir permiso a los bancos ni al Estado.

Era la postal del futuro: jóvenes talentosos diseñando el sistema financiero del siglo XXI.

Pero la historia cambió de tono. En las últimas semanas, la empresa anunció una nueva ola de despidos en Argentina en el marco de una “reestructuración regional” para “evitar duplicaciones” tras sus adquisiciones recientes.

En el lenguaje del management, esa frase tiene traducción inmediata: ajuste.

Menos gente, más automatización y un modelo que ya no crece al ritmo de su márketing.

La paradoja, la compañía que se construyó sobre el discurso del talento argentino hoy despide, precisamente, a ese talento.

El país que debía ser laboratorio de innovación vuelve a ser campo de recorte. De la épica del emprendedor al Excel del inversor: el viaje fue corto.

Este recorte de personal afectará a 110 empleados en Argentina y también incluye 25 despidos en otras oficinas de la compañía en el exterior.

En total, el achique representa un 8% del total de la plantilla de la empresa.

A esto se suman las turbulencias del sistema.

En los últimos días, algunos usuarios advirtieron que sus cuentas mostraban saldos ficticios: hasta 8.000 dólares que aparecían y desaparecían sin explicación.

Ualá reconoció luego “inestabilidades momentáneas”, un eufemismo que difícilmente repara la confianza perdida.

Y mientras la empresa intenta ordenar su estructura, ajusta también a los clientes:

  • redujo la tasa de rendimiento base de las cuentas remuneradas,
  • bajó los topes y
  • lanzó una tasa “promocional” que incentiva el consumo, no el ahorro.

El mismo discurso que hablaba de “inclusión financiera” se reescribe ahora en clave de rentabilidad.

Detrás del brillo de las startups tecnológicas suele esconderse un patrón: primero el relato del cambio, luego la dependencia del capital extranjero, y finalmente, el desajuste entre el sueño y la hoja de balance.

Barbieri solía decir que Ualá era una historia de confianza. Tal vez lo sigue siendo, pero con otro final.

Porque cuando la promesa de la innovación termina en despidos, fallas y tasas recortadas, lo que se erosiona no es sólo una empresa: es la fe en que el talento argentino puede sostener un modelo sin ser devorado por él.

*Periodista argentino. Columnista de Perfil

**Las opiniones de los columnistas son de su exclusiva responsabilidad en ejercicio del derecho constitucional a la libre expresión sin censura previa y no necesariamente reflejan la línea editorial de SRSur News Agency

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