24/04/2024
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Sucesivas crisis de gobernabilidad en América del Sur

Escribe Carlos Pissolito*

Desde hace unos pocos años a esta parte se vienen sucediendo graves crisis de gobernabilidad en varios países de la América del Sur. A saber:

1. Chile: En noviembre de 2019, como consecuencia de las masivas manifestaciones ciudadanas iniciadas en octubre, se anunció un acuerdo político para generar una nueva constitución que reemplace a la de 1980. El problema principal sigue sin resolverse.

2. Ecuador: En octubre de 2019 se iniciaron una ola de protestas, tras la adopción de nuevas medidas económicas aconsejadas por el FMI. Al tornarse crítica la situación, el gobierno decretó el estado de excepción con toque de queda. Los principales enfrentamientos se dieron entre la Confederación de Nacionalidades Indígenas y la policía.

3. Colombia: En el 2021 se produjeron protestas similares a las del 2020, denominadas como “paro nacional” o, simplemente, “el estallido”. Fueron una serie de manifestaciones multisectoriales desencadenadas por el anuncio del proyecto de reforma tributaria propuesta por el gobierno.

4. Perú: En diciembre del 2022 se produce el tercer proceso de vacancia presidencial por parte del Congreso. Por su parte, el presidente anunció el cierre del Congreso y la instauración de un “gobierno de excepción”. Lo que fue considerado un autogolpe de Estado.​ El Congreso votó la destitución del presidente, quien terminó detenido. Asumió la presidencia la vicepresidenta. A partir de allí, se han desarrollado violentas protestas contra ella, especialmente, en la región de Ayacucho, incluso con decenas de muertos.

5. Bolivia: El 12 de marzo de 2021, la Fiscalía de Bolivia ordenó la detención Jeanine Áñez y varios de sus ministros acusados de los delitos de sedición, terrorismo y conspiración, debido a su participación en los hechos de 2019, a los que la institución calificó como golpe de Estado. Por estos días, el gobierno ordenó la detención del gobernador de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho. Lo que desató la quema de vehículos y el ataque a varios edificios por parte de los manifestantes.

Los realistas solemos desconfiar de las coincidencias y preferimos, como Carl Jung, hablar de sincronismos. Pero, ¿cuál sería éste que lleva a 5 países de nuestra región a sufrir procesos, que en alguna forma, son similares.

Trataremos de dilucidarlo o, al menos, plantearnos los interrogantes correctos.

  • Antecedentes

Ante estos hechos similares cabe un interrogante inicial: ¿Se trata de hechos aislados o, por el contrario, responden a un patrón común vinculado a algún tipo de manipulación, ya sea interna o externa?

Creemos, junto con Carl Gustav Jung que no hay coincidencias, sino sincronismo y que en la política, especialmente, hay pocas casualidades y lo que se impone es la causalidad. Vale decir la relación entre un fin y varios medios. Es decir algo teleológico.

Pero, ¿Cuál podría ser el fin que justificara tal movilización de medios en varios países de una región?

Apelando a la historia, como primera herramienta, no podemos dejar de pasar por alto que esto ha sucedido muchas veces en la historia. Desde la propagación de las ideas de la Revolución Francesa, por ejemplo, hasta la conocida Restauración de 1848. Más cercanamente, tenemos el fenómeno de las Primaveras árabes. Las que fueron una serie de protestas violentas, acaecidas entre el 2010 y el 2012.

Cronológicamente todo comenzó en diciembre del 2010 en Túnez cuando un vendedor ambulante fue despojado por la policía de sus mercancías, quien se inmoló a lo bonzo en forma de protesta. Luego, miles de tunecinos se rebelaron contra las malas condiciones a las que el país estaba sometido y que llevaron a que el presidente del país dimitiera pocos días después.

Posteriormente, el ejemplo de Túnez fue imitado en el resto del mundo árabe. Por ejemplo, en Egipto, millones de manifestantes obligaron a Hosni Mubarak, quien llevaba 30 años en el poder, a renunciar.

Situaciones similares se vivieron en Libia contra Muamar Gadafi (42 años en el poder); en Siria contra Bashar Al Assad (15 años entonces); en Yemen contra Ali Abdullah Saleh (21 años entonces); en Argelia contra Abdelaziz Buteflika (12 años entonces). Sólo por citar a los casos más graves, pues hubo muchos más, aunque de menor intensidad.

Algunos casos, especialmente el de Libia, permitieron especular sobre la existencia de maniobras de las potencias occidentales para generar cambios de régimen que beneficiaran sus intereses. Ya que si bien en la historia de estos países había habido numerosas revoluciones laicas y republicanas, por lo general impulsadas por golpes de Estado militares. Ahora, se trataba de protestas civiles en busca de libertades democráticas, cambios políticos, económicos y sociales.  Algunos analistas las asociaron con las revoluciones europeas de 1830 y de 1848 o con la caída del muro de Berlín en 1989.

Un antecedente previo a las mencionadas Primaveras árabes, aunque mejor estudiado, fue el caso de las denominadas Revoluciones de colores que tuvieron lugar en varias repúblicas exsoviéticas tras el colapso de la URSS y que tenían por objeto cambios de régimen orientados a colocar en el poder a líderes cercanos a Occidente.

Lo que llamó la atención de su desarrollo fue  el papel jugado por actores externos; principalmente, los EE.UU., su  Agencia Central de Inteligencia (CIA), su agencia de ayuda humanitaria (USAID) y ONG vinculadas a su gobierno como la Open Society Foundations o el National Endowment for Democracy.

El corolario geopolítico de estas acciones es que cuando estos gobiernos -más o menos favorables a Moscú-  cayeron por las protestas, fueron reemplazados por otros más proclives a Occidente y que solicitaron su ingreso a la UE y, en lo posible, a la OTAN. Como consecuencia de ello, se produjo una expansión de la zona de responsabilidad de la OTAN, la que llegó a las fronteras de Rusia con el caso más conocido y frustrado de Ucrania y que ha sido el casus belli de la actual guerra entre Rusia y la OTAN.

  • Brasil un ejemplo emblemático

Para hacer una historia larga, muy corta, empezamos diciendo que, tras el gobierno de Itamar Franco, quien había asumido tras la destitución de Collor de Melo, dentro del mismo se destacó Fernando Henrique Cardoso, ministro de Hacienda y coordinador del exitoso Plan Real, que trajo estabilidad a la economía brasileña, luego de décadas de numerosos fracasos. Como resultado, Cardoso fue elegido presidente en las elecciones de 1994 y nuevamente en 1998.

Posteriormente, su principal oponente, Luiz Inácio Lula da Silva del Partido de los Trabajadores, fue elegido en 2002 y reelegido en el 2006 y quien, también,  logró mantener e incluso incrementar la estabilidad económica y política alcanzada. Además, su gobierno, Brasil comenzó a tener relevancia mundial. La que se vió materializada en su ingreso al BRIC y a la exitosa organización de las Olimpíadas y la Copa del Mundo.

Luego, en el 2010, Dilma Rousseff trató de ser la continuadora del legado de Lula, pero en el 2013 estallaron manifestaciones populares en su contra por diversas demandas sociales. Pese a ello, fue reelegida en las elecciones del 2014. Pero, las protestas continuaron y durante el 2016, el Congreso le inició juicio político, por el que fue destituida y reemplazada por  su vicepresidente, Michel Temer.

A la par, el expresidente Lula fue condenado y encarcelado por corrupción y lavado de dinero en el marco de la Operación “Lava Jato”.

En las elecciones del 2018 resultó electo presidente el candidato outsider Jair Bolsonaro, quien llegaba al poder con el apoyo de parte de las FFAA, del empresariado y de grupos religiosos evangélicos.

Más recientemente, Lula fue reelegido por tercera vez en una disputada elección en la que no faltaron acusaciones cruzadas de fraude.  No son pocos los analistas que atribuyen, tanto la exoneración de Lula de sus procesos judiciales como su exitosa campaña presidencial a una alianza de hecho con los grandes intereses corporativos y globalistas. Especialmente, en lo que se refiere a la Agenda 2030 promocionada por el Foro Económico de Davos respecto  de los inmensos recursos naturales de la Amazonia. Lo que le habría valido, no sólo el apoyo de esa organización y sus colaterales; también, el de los poderosos gobiernos de los EE.UU., Gran Bretaña y Francia y sus respectivos lobbies gubernamentales y no gubernamentales.

De este breve relato resaltan algunas circunstancias, a saber:

1°. La sociedad brasileña está muy polarizada entre aquellos, que en términos muy generales, podemos definir como partidarios de Lula en contraposición de los de Bolsonaro. Pero que hoy por hoy escapan a esa estricta clasificación.

2°. El evidente involucramiento de poderes globales, ya sea de organizaciones multinacionales, como de Estados y de ONG en la política interna del Brasil.

Respecto de la validación de este último punto y el que puede traer alguna controversia es importante que recordemos lo que decíamos en el 2021 sobre el uso de la denominada “lawfare” contra Brasil a caballo de la destitución de Dilma Rousseff. Al respecto ver: “Lawfare o cuando las palabras matan mejor que las balas”.

Concretamente, “lawfare” es un término inglés que es una combinación de las palabras “law” (ley) y “fare” que deriva de “warfare” (arte de la guerra). Como tal, puede tener un doble significado. Cuando se refiere al uso indebido de los sistemas legales contra un enemigo para  dañarlo  mediante su deslegitimación. Y cuando es una táctica utilizada por los regímenes autoritarios para judicializar protestas legítimas.

Fue acuñado por el General Auditor Militar de la Fuerza Aérea de los EEUU, Charles J. Dunlap Jr. en su ensayo titulado: “The use of law as a weapon of war” (El uso de la ley como arma de guerra) presentado ante la Universidad de Harvard en el 2001.

Más específicamente Cynthia Rush, una profesora de la Universidad de Columbia, afirma que se trata de un arma de dominación empleada por Washington DC para presionar y controlar mejor a los gobiernos, tanto enemigos como aliados.  Lo explicó en un artículo titulado: “Lawfare o el uso de la justicia como arma de guerra”, diciendo que:

“En un discurso que dio el 19 de julio de 2017 para felicitarse a sí mismo, el Subprocurador General de los EEUU, en funciones, Kenneth A. Blanco, quien entonces dirigía la División Penal del Departamento de Justicia…”” …se refirió al veredicto condenatorio que se le dictó al ex Presidente de Brasil, Lula da Silva, como el principal ejemplo de los “resultados extraordinarios” alcanzados gracias a la colaboración del Departamento de Justicia (DOJ, por sus siglas en inglés) con los fiscales brasileños en la campaña dizque “anticorrupción” llamada “Lava Jato””.

Es más, afirma que estas operaciones no se limitarían al Brasil, también, da cuenta que se desarrollan en la Argentina, en Ecuador y en México. Para más información consultar “Lawfare o el uso de la Justicia como…”.

Obviamente, que los EEUU cuentan con todos los recursos operativos y técnicos para realizar tareas de espionaje. Para lo cual disponen de una poderosa red de agencias de inteligencia como la CIA y la NSA. Las que pueden escuchar e intervenir todo tipo de comunicaciones, aún las que tienen lugar entre jefes de Estado.

También, tienen a su disposición una red periodística ad hoc y a la que se le entrega la información privilegiada necesaria para formular sus denuncias correspondientes. La misma  les es proporcionada por el “International Consortium of Investigative Journalists” (ICIJ, por sus siglas en inglés) que es una red internacional independiente, con sede en Washington, D.C. y que cuenta con más de 200 periodistas de investigación y 100 organizaciones de medios en más de 70 países.

Si esto ya se ejecutó con los resultados que conocemos. ¿Qué nos impide concluir que esta práctica no ha continuado y que no se encuentra en la base de los sucesos que estamos presenciando en estos momentos. Por ahora carecemos de la información correspondiente. Pero, confiamos que en algún momento saldrá a la luz. Mientras tanto,  las coincidencias materiales y formales entre los sucesos de Brasilia y los Capitolio de hace dos años en los EE.UU.,  nos eximen de mayores comentarios al respecto.

Pues como argumentamos en un pasado artículo, los EE.UU. han vuelto a las andadas y han revivido su vieja Doctrina Monroe, ya que necesitan asegurar su “patio trasero” ante las pérdidas en curso en el resto del mundo. Al respecto ver: “EE.UU.: de Truman a Monroe”.

  • Colofón a la argentina

Obviamente, las acciones en Brasil y en toda nuestra región están en desarrollo y distan de haber concluido. Creemos que con lo planteado le dejamos al lector una suficiente cantidad de información y de interrogantes. Pero, no podemos terminar nuestro artículo sin una visión esperanzadora, pues -caso contrario- sólo nos restaría rendirnos ante un enemigo todopoderoso.

Pero, sucede que hay cuestiones que ese enemigo no controla, aunque crea hacerlo. Como es el reciente caso del despertar de la cultura argentina frente al globalismo impulsado por los EE.UU. y adoptado por nuestra clase gobernante, en ocasión de la Copa del Mundo. Donde al margen de la gesta deportiva, algunas fotos de nuestros jugadores y de sus familias y una docena de anécdotas hicieron polvo las consignas de la Agenda 2030, al menos a nivel popular.

Ello demuestra que más allá de los montajes y de las intervenciones políticas hay un sustrato popular que permanece inalterado y que, como tal, puede ser la base de una reacción en el futuro. Por supuesto hablamos de una que necesitará de la conducción correspondiente cuando llegue el momento y la que no aparece a la vista. Pero, creemos que el proceso para llegar a ella ha comenzado y que no se detendrá.

En ese sentido, el excepcionalismo argentino es notable. Ya que es su propia irreverencia frente a los poderes fácticos del orden mundial la que le proporciona la dosis de creatividad para sobreponerse, sea en una mera competencia deportiva, tras una derrota en una guerra o en múltiples crisis económicas.

Por tal motivo, aconsejamos no desesperar. Porque toda desesperación en política, especialmente en un lugar como la Argentina, es una estupidez.

Nota del Autor: La foto de apertura de este artículo muestra a un personaje que participó del asalto al Congreso de los EE.UU. en enero del 2021. La segunda foto muestra a un personaje que participó de los disturbios recientes en Brasilia. Las semejanzas son asombrosas.

*Editor de Espacio Estratégico

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